Colonia Papagallos: la vuelta al horror
La Colonia Papagallos fue un centro clandestino de detención en los ’70 y no hay carteles que lo señalicen ni se cuenta su historia en el lugar, pese a que pertenece a la DGE. Allí una hija busca los últimos rastros de su madre y un hombre las huellas de su mejor amigo
“Yo solo quiero saber dónde está mi amigo”, dice Sergio Miranda. Este hombre es uno de los pocos sobrevivientes de la Colonia Papagallos, el centro clandestino de detención de la última dictadura militar que funcionó a 8 kilómetros del centro de la ciudad de Mendoza, en el pedemonte, y que hoy sigue siendo una colonia de vacaciones de la Dirección General de Escuelas. No hay ni una sola placa que recuerde el nefasto pasado de ese lugar y sus visitantes tampoco reciben información sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos allí.
Cuando habla de su amigo, se refiere a Juan Carlos Gutiérrez, conocido como “el Loco”, que fue detenido junto a Miranda a mediados de diciembre de 1976 en inmediaciones de la Plaza Independencia, mientras realizaban pegatinas, y ambos conducidos a Papagallos.
Además Miranda es el último en haber visto con vida a Marta Saroff, que había sido secuestrada en San Juan luego de haber sido ejecutado su esposo, Alfredo Leroux. Ese recuerdo le permitió a Eva Leroux, hija de Marta y Alfredo, reconstruir al menos una mínima parte de aquellos días oscuros en la vida de su madre y, acompañada por el historiador Alejandro Ravazzani y este periodista, recorrió hace unos días por primera vez la zona de la Colonia.
“Con Marta y Lili (Liliana Riveros) estábamos en el mismo cuarto. Eran mujeres hermosas que, en 4 meses, parecían ancianas de 80 años”, recuerda Miranda, que fue el último en verlas vivas.
El descanso de Pancho Hambre
No está claro por qué Papagallos está bautizada así, con ¨LL¨ y no con ¨Y¨. Lo que sí es un hecho, es que las primeras construcciones ubicadas en ese cañadón del suelo pedregoso e inestable del pedemonte, fueron hechas para ser la residencia de descanso de Francisco Álvarez, gobernador de la Provincia de Mendoza entre 1914 y 1918. En medio de una crisis económica. Álvarez decidió la suspensión del pago de sueldos estatales, lo que desembocó en una huelga docente hacia fines de 1917 y que lo llamaran Don Pancho Hambre. Sus decisiones de gobierno fueron, en parte, motor del Lencinismo y que resultó que en 1918 Álvarez fuera sucedido por José Néstor Lencinas.
El lugar tuvo varios fines, además del ilegal que le dieron las fuerzas armadas y la Policía de Mendoza hasta que, hacia los ’80, la Dirección General de Escuelas (DGE) creó allí una colonia educativa. Hoy la DGE la presenta como “un sitio lleno de historia y misterios, enclavado entre cerros y a la vera de un arroyo manso, de agua cristalinas, que invita al sosiego y a la vez, incita a investigar y descubrir las maravillas del entorno y confirmar todo lo conocido en plena naturaleza” y propone “brindar a chicos y jóvenes momentos felices mientras aprenden, descubren y se divierten en un ambiente natural”.
No hay allí ninguna señalización ni nadie hace referencia al fin que se le dio a ese espacio en los ’70, puntualmente a una de las construcciones del lugar, una casa amplia de líneas arquitectónicas rectas, ahora pintada con un color verde agua.
“Entré con 72 kilos y salí pesando 45”
Sergio Miranda estuvo en silencio casi 25 años, hasta que animó a hablar. Dice que, cuando lo dejaron en libertad, se fue de la provincia y se sintió culpable “por no haber ido a buscar a mis compañeros”. No es difícil entender su decisión. En los cuatro meses secuestrado en Papagallos, lo torturaron sistemáticamente, perdió toda su dentadura por las patadas que le dieron y bajó más de 25 kilos, debido al hambre y la sed que le hicieron pasar sus captores.
En 1976 Miranda era un muchacho de 20 años que trabajaba en la Legislatura de Mendoza. Militaba en el peronismo y su actividad era hacer pegatinas o repartir volantes. “Nunca maté a nadie”, dice.
Una tarde de mediados de diciembre del ’76, después de salir de su trabajo, se reunió con Juan Carlos Gutiérrez, a quien él llama “el Loco” y que era “unos 6 años mayor que yo” para realizar una de esas pegatinas.
Un grupo de tareas los detuvo “y nos metieron en una Fiat Multicarga, junto a otros 6”. Con las cabezas cubiertas, fueron llevados a Papagallos, lugar que Miranda reconocería muchos años después, hacia 2011, cuando se animó a hablar y fue testigo en una inspección judicial del lugar.
Los cuatro meses siguientes fueron el infierno, de golpes y torturas constantes. “Yo ya sentía que estaba jugado, que no salía de ahí”, dice Sergio. Al Loco Gutiérrez lo perdió de vista el primer día y nunca supo más de él.
Sergio no sabe cuántos detenidos había allí. Todos debían mirar al suelo y, quien osaba a levantar la cabeza, recibía un culatazo. Pero, por los sonidos, estima que había unas 100 personas. Y tiene claro que los carceleros eran efectivos de la Policía de Mendoza, de las fuerzas armadas “y civiles”. Puntualmente recuerda a un médico, que jamás atendió sus heridas, y a un sacerdote “que daba misa en alguna parte, porque alcanzaba a escucharlo”.
Cuenta que lo torturaban y le pedían nombres. “Terminaba inventando cualquier nombre, para que me dejaran de pegar. Algunas veces quedaba grogui, casi inconsciente”.
En el mismo cuarto donde estaba recluido Sergio, había dos mujeres. Una era Marta Saroff y la otra Liliana Riveros. “Si a mí me maltrataban, a ellas las destrozaban todos los días”, recuerda.
Un día, después de 4 meses de secuestro en Papagallos, Miranda tuvo un golpe de suerte. Apareció un comisario que, en una visita al lugar, vio a Sergio. “Me miró, como si me conociera, y dijo: a este me lo llevo”. El comisario era José López García, en ese tiempo jefe de la Comisaría 2ª. “Después me dijo que era medio pariente mío, algún primo lejano, dijo. Yo no lo conocía y no pude entender cuál era el grado de parentesco con él pero, obviamente, no le discutí”.
Luego de los 4 meses en Papagallos, vinieron otros dos en la Comisaría 2ª. “Me cuidaban las prostitutas que llevaban detenidas ahí. Ellas me daban de comer algo, hasta me ayudaban a lavarme”. El abril del ’77 Sergio Miranda fue dejado en libertad. “Andate de acá, andate del país”, le ordenaron. “Salí vestido un unos pantalones rotosos y una blusa de mujer que me dieron las prostitutas. Caminé sin parar, todo lo que pude”. Después se fue a Zapala, adonde vivía una tía. Allí trabajó de obrero, cargando y descargando camiones. No volvió a Mendoza hasta muchos años después.
En el nombre de Marta
Marta Elida de Lourdes Saroff nació el 11 de febrero de 1950. Fue maestra y empleada del Banco Los Andes hasta abril de 1975. Alfabetizadora en villas de emergencia, se casó con Alfredo Leroux en octubre de 1973. Tuvieron dos hijos.
La pareja vivía en la ciudad mendocina de San Martín pero, perseguidos por las fuerzas de la dictadura, decidieron dejar a los niños con sus abuelos y viajar a San Juan. El 20 de noviembre de 1976 Alfredo fue ejecutado por el Ejército y, presumiblemente ese mismo día, Marta fue secuestrada. Uno de los responsables de estas dos acciones es el teniente Carlos Luis Malatto, actualmente en Italia, por el que la justicia de ese país ya inició su procesamiento y la justicia argentina pidió la extradición por los delitos de homicidios agravados, secuestro de personas con el fin de extorsión y violencia sexual de Anne Marie Erize, María Elida Saroff de Leroux, Alfredo Leroux, Florentino Arias y Juan Carlos Cámpora.
En algún momento Marta Saroff fue trasladada a Papagallos. Esto se supo gracias a que, hacia 2011, Sergio Miranda decidió contar lo que había vivido allí y relató los días vividos con Marta en ese lugar. Su relato está incorporado al expediente judicial que investiga los hechos ocurridos en ese centro clandestino de detención.
Después, “me junté con Eva (Eva Leroux, hija mayor de Marta Saroff y Alfredo Leroux) y le conté todo”, explica Sergio Miranda.
Eva Leroux llegó hace unos días al sitio donde se vio con vida a su madre por última vez. Allí llegó, gracias al relato de Sergio, que finalmente pudo hablar.
La causa
La causa Papagallos es una de las 55 que están acumuladas en la megacausa caratulada “Centros Clandestinos de Detención Dependientes de la Policía de Mendoza”, más conocida como la megacausa D2.
La imputación se presentó en junio de 2018 y fue la más grande, en cantidad de victimas y acusados, de la historia de la provincia, con 43 acusados y más de 300 victimas. Allí están incluidos todos los hechos de Papagallos. A ese escrito de imputación el juez hizo lugar un año después y dictó los procesamientos en diciembre de 2019.
“Nosotros apelamos ese procesamiento, solo en relación al punto de que, salvo excepciones, el juez resolvió que los acusados permanecieran con arresto domiciliario, mientras que nosotros entendemos que debe ser con prisión preventiva. Esa apelación no se resuelve aún, pero debería resolverse a la brevedad, para hacer luego el requerimiento de elevación a juicio”, informó el auxiliar fiscal Daniel Rodríguez Infante.
Mientras tanto, Colonia Papagallos sigue siendo un sitio donde el pasado parece querer ser olvidado.