QUIEN ES AGUSTIN LAJE ARIGONI

 

El video oficial del 24 de marzo es muy interesante, más allá de la discusión acerca de si su autor cobró 50.000 dólares por hacerlo o fue un aporte ad honorem. El expositor es Agustín Laje, presidente de la Fundación Faro, que se encarga de recaudar fondos para las necesidades electorales del gobierno. Nacido en 1989, se presenta como parte de una generación que vivió toda su vida en democracia. Los violentos años ’70 le llegaron como ejercicio de memoria. Los alumnos del siglo XXI fueron adoctrinados en un relato maniqueo y reduccionista. “Algo no me cerraba, me parecía que al relato le faltaban partes, que a la historia que me estaban vendiendo estaba sesgada e incompleta. Por eso, a mis 15 años decidí comenzar a investigar por mi propia cuenta. Accedí a numerosa bibliografía, recorrí hemerotecas y me entrevisté con protagonistas de la época y así pude conocer mejor nuestro pasado”. Es decir, un joven virgen de cualquier preconcepto, que desconfió de la versión que le transmitían sus profesores y se dedicó a investigar por su cuenta. Su conclusión es que las Fuerzas Armadas respondieron a una agresión terrorista en el contexto de la guerra fría. No niega los hechos, los justifica. Hasta el amigo presidencial Alejandro Fantino lo refutó: “No me interesa si en el secundario te daban bien o te daban mal la historia. Yo estuve en el Liceo Militar, dos años, entonces la historia me la contaban de otra manera como no te la contaban a vos”.

Laje, al centro, con Novelli, uno de los investigados por la criptoestafa $Libra.

La biografía real

Esta biografía es tan atractiva como falsa. Agustín Laje Arigoni, como firmaba antes de ingresar a la galaxia libertaria es, en realidad, sobrino nieto de uno de los militares condenados por Crímenes de Lesa Humanidad. Se trata del coronel Raúl Fierro, hermano de su abuela, quien fue detenido en 2008.

Como coronel organizó para Luciano Benjamín Menéndez el denominado proceso de recuperación de los pocos sobrevivientes que el Cuerpo III decidió dejar con vida. Una de esas sobrevivientes, Liliana Geuna, contó en la “Megacausa Menéndez III (La Perla – Campo de la Ribera – D2)” que los llamaban Muertos que Caminan y a cada uno le asignaban un número.

Ella y otras víctimas estaban lavando autos y el represor Ricardo “Fogo” Lardone les dijo que no podía soportar el olor de una goma quemada porque le recordaba a los fusilamientos. “Que los fusilaban así: esposados atrás y que algunos que tenían miedo, como el torturador Raúl Fierro, les hacían atar también las piernas. Que tiraban alquitrán y les prendían fuego. Dijo: ‘Tengo el olor en la nariz y la visión de los cuerpos que cuando se queman, empiezan a moverse’”. Geuna entonces levantó sus brazos ante el Tribunal y los movió como los de un muñeco desarticulado. Luego los bajó y se quedó en silencio.

Otra testigo, Valentina Enet, contó que buscando a su hermano secuestrado su padre consiguió una cita con Fierro. En su oficina del Tercer Cuerpo, Fierro recibió una llamada del cardenal Francisco Primatesta y los dejó solos. “Yo me tiré sobre el vidrio de su escritorio porque debajo tenía muchas fotos. Casi todas con puntitos rojos como de sangre y marcas con lapicera. Una, la más grande, me llamó la atención: no tenía cabeza”. Fierro regresó en forma tan súbita como se había ido. Con una sonrisa dijo: “Ah, veo que estuviste mirando mi álbum de recuerdos… Pero a ése no lo vas a reconocer. Es Vaca Narvaja. Eso les pasa a los padres de los subversivos que buscan a sus hijos”. Su historia fue consignada en el  El Diario del Juicio, editado en Córdoba por las asociaciones de Familiares e Hijos.

 

 

Fragmento extraído de la muestra de represores del Espacio de Memoria La Perla.

El catedrático Miguel Hugo Vaca Narvaja fue un dirigente de la Unión Cívica Radical y el último ministro del Interior del presidente Arturo Frondizi, luego de cuyo derrocamiento presidió la UCRI. Lo secuestraron de su domicilio dos semanas antes del golpe del 24 de marzo de 1976 y su cabeza fue hallada en una bolsa de nylon en Alta Córdoba. Su hijo homónimo, abogado, había sido detenido el 20 de noviembre de 1975 al salir de los Tribunales Federales, donde defendía a presos políticos. Fue torturado en el Departamento de Informaciones D2 de la Policía de la Provincia y alojado en la Unidad Penitenciaria Nº1 (UP1) de Córdoba. El 12 de agosto de 1976 fue extraído de allí para un supuesto traslado, junto con los hermanos Eduardo y Gustavo de Brueil. Vaca Narvaja y Gustavo fueron asesinados durante el trayecto, y Eduardo obligado a presenciar la ejecución, con el recado de contarlo a los demás presos para infundirles terror. El nieto homónimo fue colaborador de María Elba Martínez en denuncias por violaciones a los derechos humanos y hoy es el juez federal Miguel Hugo Vaca Narvaja.

Sara Solarz de Osatinsky declaró en el juicio que en represalia por la fuga de su esposo de la base aeronaval de Rawson, Menéndez, Fierro, El Nabo Ernesto Barreiro y Héctor Pedro Vergez, se propusieron “borrar nuestro apellido de la faz de la tierra”. Mientras estaba detenida, Vergez la visitó en la ESMA, para narrarle en sádico detalle cómo habían asesinado a sus hijos de 19 y 15 años.

Laje no tiene responsabilidad alguna en hechos que sucedieron antes de su nacimiento y le asiste el derecho a fijar su posición sobre cualquier tema, pero no a ocultar datos tan significativos de su propia biografía para hacerse pasar por un observador imparcial que estudia los hechos por amor a la verdad. Esa pretensión también contradice sus numerosas tomas públicas de posición sobre hechos del presente: llama cerdo a Maradona, tipo a Florencia de la V, hijas de puta que enseñaron a sus hijos a matar a las Madres de Plaza de Mayo e insta a las fuerzas de inseguridad a apuntar bien al disparar balas de goma o cartuchos de gases lacrimógenos.

 

 

“ERAN NICHOS, NO CALABOZOS”

21-3-2024 | Arrigo Bonino ofreció su testimonio con relación a su tiempo secuestrado en el D2. Narró los padecimientos que sufrió en carne propia, el sufrimiento de otras personas detenidas junto a él, especialmente el de muchas mujeres, y también reveló el llamado que uno de los acusados le hizo a finales de 2023 pidiéndole que incurriera en falso testimonio para defenderlo en juicio oral. La próxima audiencia será el 4 de abril a las 9:30.

“Yo era un pibe, era un estudiante de la facultad, un pibe”, dijo Arrigo Enrique Eduardo Bonino antes de dar comienzo al relato de su secuestro. Corrían los últimos días de marzo de 1976 y hacía poco se había concretado el golpe de Estado que derrocó el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. Arrigo tenía 19 años y estudiaba para convertirse en ingeniero. Aunque tenía en su entorno mucha gente que militaba –“¿Quién no tenía una militancia en esa época?”, dijo–, él no formaba parte de ningún partido ni participaba activamente en las asambleas estudiantiles. Una tarde de sábado, mientras pasaba el rato con un amigo, fue invitado a un cumpleaños de quince en el Golf Club. En la fiesta no pasaba mucho, por lo que una de las chicas que estaba ahí les propuso salir a buscar una obra de teatro para hacerla en grupo y divertirse un poco. Arrigo ofreció su auto y salieron de la fiesta junto a su amigo y un acompañante más.

Declara Arrigo Bonino en la biblioteca de Tribunales Federales

Ya regresando de su búsqueda, cerca del viejo Liceo Agrícola, Arrigo vio luces azules por el espejo retrovisor y empezó a escuchar tiros. Cuando detuvo el auto, escuchó que, a través de un megáfono, se les ordenaba bajar del vehículo, excepto al conductor, para luego detenerlos y llevárselos. A él, por su parte, le colocaron una pistola en la cabeza y lo hicieron manejar hasta una seccional de policía cercana, en la que lo dejaron esperando en un patio interno lleno de jóvenes en su misma situación. Al rato, lo sacaron de ahí y lo obligaron a conducir su auto hasta el Palacio Policial, donde operaba el D2.

El D2

Ya en el estacionamiento del Palacio Policial, le ataron las manos y lo vendaron, lo ingresaron al edificio y lo llevaron, a través de unas escaleras, hasta una pequeña celda en la que lo encerraron. Lo guiaron por los pasillos del edificio dándole golpes en la espalda, Arrigo recordó haber escuchado a alguien que preguntaba si él era “el flaco que hay que matar”. En el calabozo –al que Arrigo prefirió llamar “nicho”–, le informaron que, a partir de ese momento, dependía del PEN –Poder Ejecutivo Nacional–, y lo dejaron ahí para que pasara la noche. Arrigo recordó haber escuchado ruidos que venían de arriba como si allí hubiera gente circulando.

En el D2 no pasó más que un par de días –quizás una semana– secuestrado; sin embargo, las experiencias de esos días lo marcaron a fuego. Así, relató algunas anécdotas en un intento de graficar los abusos que tenían que soportar las personas allí encerradas.

En primer lugar, contó cómo a la mañana siguiente de su ingreso al D2, un hombre entró a su celda y le preguntó –golpes mediante– por una tal Eva, de quien él no sabía nada y por quien le volverían a preguntar más adelante. Recién al salir del D2, Arrigo se enteraría de que Eva era la mujer que los acompañaba en el auto al momento de la detención. También recordó escuchar el sufrimiento de otras personas en calabozos vecinos, como era el caso de muchas mujeres que por las noches gritaban pidiendo clemencia. “Uno saca sus conclusiones: las llevaban y las torturaban”, sentenció. Relató una situación particular en la que, con el nerviosismo ganándole la partida, le pidió un cigarrillo a un oficial. Este se desabrochó el cinturón y le dijo: “Tengo un Toscano y es para vos”.  La cosa quedó ahí. Pero, tras el hecho, la cara de ese oficial le quedó grabada en la memoria y, por eso, mucho tiempo después, mientras comía en una sandwichería de Mendoza, reconoció a ese mismo oficial en la persona que se había sentado a su lado.

Sobre las razones de su detención, al día de hoy Arrigo duda. Considera que la razón podría ser su expulsión de la facultad –por “terrorista en potencia”–. Pero, tras casi 50 años, no logra recordar si la expulsión se dio antes o después de su detención. Lo que sí pudo relatar con seguridad es que, después de salir del D2, el cursado se le hizo muy difícil: los compañeros no lo miraban y los profesores lo menospreciaban. Además, cuando se dio la expulsión, su padre mandó una carta a la facultad diciendo que Arrigo se ponía a disposición para demostrar que la acusación era falsa. Desde ese momento en adelante, empezaron a seguirlo a todos lados, a cachearlo, a hacerle preguntas.

La llamada del excomisario Venturino Amaker

Una vez concluido el relato sobre su paso por el D2, Arrigo pasó a lo que consideró la parte más importante de su testimonio, aquello por lo que se decidió a declarar: la conversación en la que el excomisario Venturino Amaker –uno de los acusados de este juicio– le pidió que incurriera en falso testimonio para defenderlo en el juicio oral. A fines de 2023, contó Arrigo, la madre le avisó que el excomisario –quien había sido compañero de su abuelo en los boy scouts– había llamado preguntando por él. Cuando le pidió el número de Arrigo, su mamá se negó a dárselo, pero sí tomó el contacto telefónico de Venturino para que Arrigo pudiera comunicarse cuando quisiera. Al tiempo, Arrigo lo llamó y el excomisario –tras “endulzarle el oído” hablándole de su abuelo y de su padre– le solicitó que lo defendiera cuando lo citaran a testificar: “Yo estoy preso en mi casa y mi abogado me ha pedido para ver si ya puedo entrar en libertad porque estamos con el tema del juicio por los presos en el Palacio Policial… y me ha dicho que hable con todas las personas que yo conozca y les pida que me ayuden para que yo pueda salir en libertad”, habría dicho el acusado. Cabe recordar que el abogado de Venturino Amaker es el defensor oficial Leonardo Pérez Videla.

El testigo después de su declaración

Arrigo confesó no creer nada de lo que el expolicía le decía y terminó por convencerse de la insensibilidad de su interlocutor cuando, tras los reclamos que Arrigo le hizo por las atrocidades que ocurrían en el D2, Venturino sostuvo que todos sus compañeros de armas le habían confesado que mataban mujeres, pero que, para él, ese era el límite. El testigo llegó a la conclusión de que para esta persona lo que confesaba le resultaba natural y no quiso saber más nada con él. En ese momento fue que se decidió a ofrecer su testimonio.

Finalmente, antes de concluir con su participación en el debate oral, Arrigo contestó a las preguntas de la fiscalía ofreciendo todo su conocimiento sobre los casos de Billy Lee Hunt, Mario y Gustavo Camín y Amadeo Sánchez Andía. El primero, Billy Lee Hunt, era un amigo de la secundaria de su hermano, que pasó un par de días en el departamento de su familia y fue secuestrado y desaparecido. Luego, el caso de Mario Camín, amigo de su hermano y desaparecido tras ser detenido a la salida de la UTN, y su papá, Gustavo, también desaparecido. Y, por último, Amadeo Sánchez Andía, peruano que estudiaba periodismo y que se hizo amigo suyo por medio de su cuñada, quien también estudiaba periodismo. Amadeo tuvo un accidente en micro, contó Arrigo, y lo trasladaron, muy mal herido, a Palmira o a Junín. De noche lo retiraron del hospital y lo fusilaron en Canota.

La próxima audiencia quedó pactada para el viernes 4 de abril a las 9:30.

 

AUDIENCIA 40 / “ERAN NICHOS, NO CALABOZOS”