Piden la detencion del teniente coronel Carlos Luis Malatto en Italia, por riesgo de fuga segun se supo este 25 de agostos en los tribunales de Roma. La presentación la realizo la abogada Francesca SASSANO del tribunal de Potenza, en calidad de defensora , Marie Noelle Erize Tisseau y la ONG 24MARZO Onlus.
Malatto esta cercado por sendas causas penales en Argentina e Italia. Justamente, la emisión de un pedido de extradición del militar genocida por parte del Juez Federal de San Juan Lepoldo Rago Gallo a fines de junio de 2022, que estaria proxima a llegar a los gribunales romanos, disparo las alarmas. Malatto se había escapado de Argentina en 2011. De Mendoza donde vivía –más precisamente en Godoy Cruz, donde incluso había abierto un negocio– se fugó a Chile y de ahí voló a Italia. Vivió en L’Aquila, una ciudad ubicada a un centenar de kilómetros de Roma, y luego en Génova. Cuando se difundieron más denuncias contra él, desapareció del mapa y fue descubierto en junio de 2019 por dos periodistas italianos en Portorosa de Messina. El abogado de Malatto es Augusto Sinagra, que perteneció a la Logia Masónica P2 de Licio Gelli.
Carlos Luis Malatto.
Por otra parte en la causa 38497/2015 RG NR, se imputa al Teniente Coronel Carlos Luis MALATTO, pendiente en la Fiscalía Penal de Roma, por la ONG 24MARZO Onlus en 30.7.2015, donde se interpuso denuncia por los hechos cometidos en competencia con otros sujetos (más de cinco) de varios episodios agravados de secuestro y asesinato de ciudadanos argentinosde la premeditación y el uso de la tortura y la actuación con crueldad y violencia,
La abogada Francesca SASSANO
La presentación de la abogada Sassano subraya que “debe considerarse que los hechos denunciados son imputables al gravísimo delito de asociación, habiéndose cometido en competencia entre varios sujetos, en relación con la que, también tras la modificación realizada al respecto por la Ley 47/2015, art. 275 c.p.p. establece una presunción de idoneidad absoluta para la prisión preventiva en prisión” .
Finalmente, existe un peligro concreto y actual de contaminación de las pruebas. precisamente a la luz de la supuesta nueva solicitud de extradición formulada pero no. Al respecto se cree que el abogado en San Juan de Malatto, Eduardo San Emeterio ya lo habria informado al militar prófugo.
La espía que estuvo infiltrada en Madres de Plaza de Mayo y lleva 45 años en las sombras
A partir de su legajo, otros documentos y testimonios, Página/12 reconstruye la historia de la mujer conocida como “Isabelita”, que integró el Cuerpo de Informaciones de la PFA y durante la dictadura se infiltró entre familiares de detenidos-desaparecidos para sacarles información. Las sospechas por su presunta responsabilidad en los secuestros de la Iglesia de la Santa Cruz. Ya en democracia continuó realizando tareas de espionaje sobre organizaciones políticas y en 1997 llegó a ser una de las responsables de la Escuela Federal de Inteligencia.
Por Luciana Bertoia
Durante décadas, el rostro aniñado del marino Alfredo Astiz fue la cara de la traición después de que se hiciera pasar por hermano de un detenido-desaparecido para mezclarse entre los familiares que buscaban con desesperación saber qué había pasado con los suyos. Pero Astiz no fue el único integrante de las fuerzas represivas o de los servicios de inteligencia dedicado a esas tareas. Una mujer de ojos pardos y cabello castaño –integrante del sombrío Cuerpo de Informaciones de la Policía Federal Argentina (PFA)– también se infiltró en Madres de Plaza de Mayo para sacar información de las mujeres que le reclamaban a la dictadura la aparición con vida de sus hijos e hijas, según pudo reconstruir Página/12 a partir de la lectura de su legajo, que está en poder de los tribunales federales. A más de 45 años de la infiltración, la historia de esta mujer –que ocupó lugares encumbrados en la estructura de inteligencia de la PFA– permanecía en las sombras. Hasta ahora.
A la mujer la conocían como “Isabelita” dentro de ese organismo de la PFA –su nombre real no se divulga para no entorpecer investigaciones judiciales–. Entró a la Escuela de Informaciones en marzo de 1969, poco después de cumplir los 21 años. Para entonces, vivía con sus abuelos en un chalet de la zona oeste del conurbano. Desde que había terminado el comercial en el partido de Morón, se ganaba la vida dando clases de inglés. Al Cuerpo de Informaciones llegó por recomendación de un jefe del Departamento de Informaciones Policiales Antidemocráticas (DIPA), un organismo que se disolvió en 1973 por decisión del gobierno peronista y cuyos integrantes pasaron a los departamentos de Inteligencia de la Superintendencia de Seguridad Federal (SSF). El jerarca –al que Isabelita presentaba como un tío– se reconvirtió con los años en personal civil de otro temible organismo: el Batallón de Inteligencia 601.
Durante los años de la dictadura, la mujer hizo carrera dentro del Cuerpo de Informaciones. Entre 1976 y 1979 pasó por la División Central de Reunión, la Dirección General de Inteligencia, el Departamento de Asuntos Subversivos, el Departamento de Asuntos Gremiales y el Departamento de Situación. En julio de 1977 recibió una felicitación por su trabajo abnegado y en 1978 hizo un curso de especialización en inteligencia. También aprovechó para estudiar Ciencias de la Educación en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e inició una pareja con un técnico electricista que revistaba como personal civil en otro servicio de inteligencia –el Batallón 601–. Así lo informó ella a sus superiores en julio de 1982, siguiendo las reglas que rigen la vida de los integrantes del Cuerpo de Informaciones.
Como su pareja había sido destinada a Mar del Plata, Isabelita pidió autorización para trabajar en la delegación de la PFA de esa ciudad balnearia. Había una razón adicional: estaba embarazada y pronto daría a luz. En diciembre de 1982, el comisario Eduardo Pedro Antoniuk les reclamó a los superiores el traslado de la agente que gozaba de una buena reputación dentro del Cuerpo de Informaciones. Antoniuk dio una razón adicional: “La causante figura en una denuncia realizada en el ámbito internacional por un exintegrante de un organismo de seguridad como perteneciente a organismos de seguridad involucrados en la lucha antisubversiva”.
Pide el traslado a Mar del Plata y dice que figura en una denuncia hecha en el exterior.
En otras palabras, su jefe entendía que un cambio de aire le serviría no solo por motivos familiares sino también para sacarla del foco de atención. Inmediatamente, en el legajo de la mujer lucía otra certificación que llevaba la firma de Juan Andrés Fonte, el segundo del jefe de la SSF: “La causante presta servicio en el cuadro ‘A’, cumpliendo funciones de Reunión de Información (Servicio Externo), habiendo estado infiltrada en la agrupación MADRES DE TERRORISTAS, siendo detectada. Actualmente y por su estado de embarazo cumple funciones internas”.
La confirmación de que estuvo infiltrada en Madres.
El legajo deja pocas dudas de que la mujer estuvo infiltrada en Madres de Plaza de Mayo. Si algún interrogante quedaba, un parte de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) –desclasificado durante la intervención de Cristina Caamaño– lo despeja. El 5 de octubre de 1982, las Madres protagonizaron una movilización hacia Plaza de Mayo. Un agente de la PFA aprovechó el escenario para simular que abrazaba a una de las Madres, Susana Leguía. El policía Carlos Enrique Gallone se las ingenió para ser retratado. Su imagen apareció en la primera plana del diario Clarín, entre otros medios, como un gesto de reconciliación. La SIDE siguió de cerca esos eventos. En un informe, los espías decían que la foto causó conmoción al interior del organismo de derechos humanos, pero agregaban un dato más: esa marcha había sido prohibida por el Ministerio del Interior –del que dependía la PFA– y el decreto nombraba a la agrupación como “Madres de delincuentes terroristas”. Una denominación muy parecida a la que aparecía en el legajo de Isabelita, por lo que probablemente fuera la que usaba la PFA.
Parte de la SIDE en el que dice que el Ministerio del Interior llamaba
Un agente indiscreto
Un año antes de que Isabelita pidiera el pase a Mar del Plata, Luis Alberto Martínez cayó detenido en Suiza. Junto con un grupo de agentes del Batallón 601 estaba intentando cobrar el secuestro extorsivo a la familia de un empresario argentino. Martínez –conocido como el “Japonés”– dio una extensa declaración ante la Federación Internacional de los Derechos Humanos (FIDH) en julio de 1981. En ese testimonio, mencionó centros clandestinos, zonas liberadas y algunas de sus tareas como integrante de la SSF, en donde reportó en Asuntos Gremiales y Asuntos Estudiantiles. Es decir, se ocupaba de espiar en sindicatos y en universidades.
Ante la FIDH, Martínez dijo que la PFA estuvo involucrada en los secuestros de la Iglesia de la Santa Cruz, cuando los grupos de tareas de la dictadura se llevaron a tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y a las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet. “Se había infiltrado entre las Madres de Plaza de Mayo una mujer, Isabelita, del Cuerpo de Auxiliares de Inteligencia, anexado a Seguridad Federal”, dijo Martínez en 1981.
A Isabelita la describió como una mujer que llevaba los cabellos largos en una cola de caballo hasta la cintura y, según los recuerdos de Martínez, la mujer simulaba tener un hermano desaparecido –como lo hacía Astiz–. Según Martínez, él y otros efectivos de la PFA tuvieron que ir a buscar las pertenencias de Isabelita después de los secuestros de una pensión que tenía la Curia sobre las calles Viamonte, Paraná y Montevideo. Dijo que ahí vivía con las monjas francesas.
En realidad, la Iglesia no tenía una propiedad en esa zona, pero sí existía una pensión de mujeres en Viamonte 1596, que podría ser el lugar al que Martínez se refería. Hasta donde se sabe, Leonie vivía en Castelar, mientras que Alice alternaba en distintos lugares –como se reconstruye en el libro Callar sería cobarde, de Frederic Santangelo–. Más allá de lo que surgen como imprecisiones, la declaración de Martínez es, sin duda, la razón por la que los superiores de Isabelita sugerían su pase a Mar del Plata.
Declaración del
Los vínculos con la Armada
Como probó la Justicia, los secuestros de los doce de la Santa Cruz –que se extendieron entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977– estuvieron en manos de la Marina. Una versión que recoge el periodista Uki Goñi en su libro Judas es que Astiz precipitó el operativo por el temor de ser reconocido. Goñi incluso sostiene que entre quienes se reunían en la Santa Cruz habían empezado a aflorar sospechas sobre la muchacha que acompañaba a Astiz. Era lógico: la chica era una secuestrada a quien obligaban a acompañar al marino en la infiltración.
En el grupo de tareas de la Marina hubo efectivos de la PFA, pero se trataba en todos los casos de integrantes del área de Operaciones. Un sobreviviente de la ESMA recuerda que no había vínculos entre la inteligencia del GT 3.3.2 y de la PFA. Tal era la desconexión que, en un momento, los marinos sospechaban que estaban detrás de la misma presa que los federales y tuvieron que mandar al sargento Juan Carlos Linares a simular un encuentro casual en la zona de Coordinación Federal con un conocido de la PFA para chequear la información. Una de las posibilidades era que tanto Astiz como Isabelita estuvieran merodeando a los grupos de familiares sin que existiera coordinación entre ellos.
Jorge “Tigre” Acosta, el jefe de inteligencia del grupo de tareas que operaba en la ESMA, reconoció que, al menos, desde agosto de 1977 habían montado vigilancia sobre las organizaciones de solidaridad –léase los organismos de derechos humanos–. En una declaración, Acosta dijo que esa información la compartía la comunidad informativa –es decir, los servicios de inteligencia de las distintas fuerzas– y mencionó la existencia de una directiva nacional que determinaba como blanco a quienes buscaban saber qué había pasado con sus familiares desaparecidos.
Aires no tan democráticos
Cuando llegó la democracia, Isabelita siguió creciendo profesionalmente. Pasó en diciembre de 1983 a integrar el Departamento de Protección del Orden Constitucional –el temido POC–. Después del asalto a La Tablada de enero de 1989, el entonces procurador general Andrés D’Alessio conformó un grupo de agentes de inteligencia de la PFA para investigar al Movimiento Todos por la Patria (MTP). Ella estuvo entre los elegidos por el excamarista del Juicio a las Juntas.
Durante esos primeros años de la democracia, el área de inteligencia de la PFA se dedicó a seguir a organizaciones que, según ellos, reivindicaban la violencia política. “Después de que se aplacaron los ecos del hecho de La Tablada (enero de 1989) y del enfrentamiento con la Brigada Che Guevara (noviembre de 1990) un razonamiento elemental de inteligencia permitiría inferir que los elementos fanatizados recompondrían sus cuadros con la idea de seguir azotando el país”, puede leerse en un informe que integra el legajo de Isabelita.
“Se trabajó sobre la hipótesis de que dichos elementos tendrían un aceptable caldo de cultivo para sus acciones psicológicas en las marchas que organismos de derechos humanos y de solidaridad desarrollaban en el país con distintos motivos o reclamos”, continuaba el reporte que dejaba en claro que para los servicios de inteligencia, al igual que en la dictadura, el movimiento de derechos humanos se presentaba como un enemigo al que temer y espiar.
Organismos de derechos humanos como sospechosos en plena democracia.
Como parte de esas tareas, los agentes de inteligencia de la PFA siguieron a quienes decían que integraban la Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP) hasta provocar una serie de caídas. Entre quienes fueron blanco de los espías de la Federal estuvo Oscar Kuperman, a quien seguían, por ejemplo, a las rondas de los jueves de las Madres en la Plaza de Mayo. Cuando allanaron la casa de Kuperman, consignaron que, en sus agendas, se veía que mantenía relaciones “personales, ideológicas y partidarias” con organismos de solidaridad y derechos humanos.
Para 1997, Isabelita se incorporó como una de las responsables de la Escuela Federal de Inteligencia, por donde pasaron otros célebres espías de la PFA, como Américo Balbuena, el “pluma” que estuvo infiltrado en la agencia de comunicación alternativa Rodolfo Walsh. Con la llegada al gobierno de Néstor Kirchner, la mujer pidió la baja.
Para que se investigue
En 2013, la entonces ministra de Seguridad Nilda Garré denunció a Isabelita por su presunta responsabilidad en los secuestros de la Iglesia de la Santa Cruz después de que el Grupo Especial de Relevamiento Documental (GERD) analizara su legajo. La presentación se hizo en el juzgado donde tramita la megacausa ESMA. Después de una serie de medidas, el juez Sergio Torres archivó parcialmente las actuaciones porque no pudo probar que la mujer hubiera sido parte de los operativos de diciembre de 1977. Sin embargo, entendió que, de su legajo, se desprendía que podría haber estado involucrada en crímenes de lesa humanidad y le remitió la documentación al juez Daniel Rafecas –que investiga los crímenes bajo la órbita del Primer Cuerpo de Ejército– y a la Procuración.
Hasta ahora, la historia de Isabelita permanecía en las sombras, a diferencia de lo que sucedió con otros de los integrantes del Cuerpo de Informaciones de la PFA. El organismo quedó bajo los reflectores después del éxito de la serieIosi –que retrata, a partir de una investigación de los periodistas Miriam Lewin y Horacio Lutzky, cómo José Pérez estuvo quince años infiltrado en la comunidad judía–.
“Todos los hechos vinculados al terrorismo de Estado deben ser investigados y esclarecidos por la Justicia argentina”, afirma la fiscal María Ángeles Ramos, titular de la Procuraduría de Crímenes Contra la Humanidad (PCCH), al ser consultada por Página/12 por la actividad de Isabelita en los años de la dictadura.
“Es crucial investigar su participación en los hechos de la dictadura”, opina Horacio Pietragalla Corti, secretario de Derechos Humanos de la Nación. “El caso demuestra además que era cierto lo que siempre denunció el movimiento de derechos humanos: la continuidad de prácticas de la dictadura en democracia. La impunidad permitió esto”, añade el funcionario.
En una línea similar se pronunció Paula Litvachky, directora ejecutiva del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). “Lo que se logró saber de Isabelita es útil para entender mejor cómo funciona esa estructura secreta de la PFA y para reafirmar la necesidad de que se investigue exhaustivamente cómo funcionó durante la dictaduray los años posteriores”, dijo a este diario. “La continuidad de agentes bajo secreto que tuvieron alguna participación en el aparato represivo y las prácticas de infiltración por razones políticas exigen la apertura de archivos y de investigaciones porque no es razonable que después de todas estas décadas sea prácticamente imposible reconstruir su participación en el terrorismo de Estado y su normativa y organización desde la recuperación democrática”, reclamó la directora del CELS.
9 º JUICIO DE LESA HUMANIDAD EN MENDOZA AUDIENCIA 79 / OPERATIVO CONTRA EL PRT-ERP
12-08-2022 | En la segunda jornada de alegatos, el fiscal Daniel Rodríguez Infante reconstruyó los casos de las veintidós víctimas del operativo de mayo de 1976 contra militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores–Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). Este juicio retoma casos ya abordados pero también algunos que no fueron objeto directo de las investigaciones previas. La próxima audiencia será el 19 de agosto a las 9:00.
El representante del Ministerio Público Fiscal inició su exposición aclarando que de la totalidad de casos del operativo conjunto contra el PRT, quince ya fueron tratados con anterioridad: de forma aislada en el tercer y cuarto juicio de Mendoza y como parte del operativo mayo del 76 en el sexto. El presente juicio retoma esas causas pero incluye, además, siete casos sobre los que se hizo referencia previamente, pero que no fueron objeto directo de las investigaciones: Edmundo Samuel Beliveau, Jaime Pedraza, Nicolás Zárate, Raúl Acquaviva, Vivian Acquaviva, Carlos Alberto Roca y Valentín Sabatini.
Por estos secuestros deben responder ahora policías del Departamento de Informaciones (D2) —Marcelo Rolando Moroy, Armando Fernández y José Esteban Roccato—, miembros de la Fuerza Aérea —Eduardo Gaviola, Alberto Raganato, Emilio García y Néstor Carmona— e integrantes del Destacamento de Inteligencia 144 —Hugo Luis Zalzar y Vicente Omar Navarro Moyano—. Rodríguez Infante destacó que el operativo contempla diversos procedimientos que tuvieron lugar entre el 12 y el 19 de mayo de 1976, cuyo principal blanco fue la Juventud Guevarista (JG), estructura juvenil del PRT. Los hechos involucran gran cantidad de pruebas y los testimonios de más de sesenta personas que declararon en este y otros debates.
Segunda jornada de alegatos en el noveno juicio
La fiscalía presentó la secuencia cronológica de secuestros que analizó a lo largo de su alegato: el 12 de mayo detuvieron a Daniel Moyano, Víctor Sabatini, Nélida Allegrini y Valentín Sabatini; el 13 a Virginia Suárez, Liliana Tognetti, Graciela Leda, Silvia Schvartzman y Eugenio Paris; el 14 a Carlos Roca, Raúl Acquaviva, Vivian Acquaviva, Héctor Granic, Edmundo Beliveau, Hugo Talquenca y Julio Talquenca; el 15 de mayo a Blanca Graciela Santamaría y Silvia Campos; el 16 a Mario Luis Santini; el 17 a Antonio Siro Vignoni y Nicolás Zárate, y el 19 de mayo a Jaime Pedraza. Nueve víctimas se encuentran desaparecidas.
12 de mayo: Daniel Moyano, Víctor Sabatini, Nélida Allegrini y Valentín Sabatini
Víctor Sabatini tenía 30 años y era inspector del Ministerio de Trabajo. Militaba en el PRT y le alquilaba a Daniel Moyano una habitación en la vivienda que compartía con su esposa Nélida Lucía Allegrini, docente y ama de casa. Allegrini aseguró no tener militancia pero sí amistad con diversas personas de la organización, como el matrimonio Vignoni-Schvartzman. Valentín Sabatini, padre de Víctor, tampoco participaba en política. Daniel Moyano tenía 22 años, militaba en la Juventud Guevarista y estudiaba en la Escuela Superior de Comunicación Colectiva, donde participaba del centro de estudiantes. Al momento de su detención se encontraba en la clandestinidad. Su nombre de guerra era Gustavo. Continúa desaparecido.
El 12 de mayo por la madrugada ingresaron al domicilio de Villanueva, Guaymallén, unas ocho personas que se presentaron como policías —unas de civil, otras de fajina—. Esa noche secuestraron a Víctor mientras mantenían encerrada a Lucía y sus dos hijos. El hombre fue introducido vendado en un auto donde también estaba Daniel Moyano. En el camino los sometieron a un simulacro de fusilamiento. Existen numerosas constancias del procedimiento, entre ellas un sumario del D2.
En esta dependencia policial Sabatini fue torturado. También realizaron un careo entre él y Moyano. Al tercer día desde sus detenciones perdió todo contacto con el joven. El 7 de junio Sabatini fue llevado a la Comisaría Séptima y un día más tarde, junto a otras víctimas de este operativo, trasladado al Comando de la VIII Brigada, donde le leyeron la sentencia del Consejo de Guerra —pudo ver a su esposa en esta instancia—. Fue condenado a 25 años de prisión por múltiples delitos y conducido a la Penitenciaría de Mendoza. En septiembre ingresó a la Unidad 9 (U9) de La Plata y recuperó su libertad recién en abril de 1984.
El Consejo de Guerra menciona a Gustavo como hombre importante dentro de la Juventud Guevarista y del Ejército Revolucionario del Pueblo. En el sumario del procedimiento de detención de Sabatini, pese a que fueron secuestrados juntos, no se menciona a Moyano, hecho frecuente en los casos de las víctimas que luego serían desaparecidas. Numerosas personas detenidas en el D2 declararon haber visto y/o escuchado a Moyano, entre ellas Edith Arito y Mario Gaitán, incluso sostienen que llegó a decir su nombre. El joven estaba muy malherido y se comentaba que había fallecido allí.
Valentín Sabatini, padre de Víctor, fue interceptado cuando se dirigía a la casa de su hijo luego de su secuestro. Lo detuvieron ilegítimamente y en un lugar que no pudo determinar le hicieron firmar unos papeles por la tutela de sus nietos. Regresó a la vivienda donde estaba su nuera con sus dos hijos y poco después, el 12 de mayo por la tarde, las cuatro personas fueron conducidas al domicilio de Valentín. Allí quedaron abuelo y nietos, mientras que Nélida ingresó al D2. Allegrini fue torturada e interrogada. Le reprocharon, por ejemplo, que no tuviera crucifijos en su casa.
Allegrini estuvo en el D2 hasta fines de mayo de 1976. En el Comando le tomó declaración el Consejo de Guerra y luego continuó detenida y vendada un mes en la Comisaría 33. El 7 de julio, nuevamente en el Comando, leyeron su sentencia antes de conducirla a la Penitenciaría. En septiembre pasó al penal de Devoto. Fue liberada en septiembre de 1979. Declaró haber sido vigilada una vez en libertad por personal del D2.
13 de mayo: Virginia Suárez, Liliana Tognetti, Graciela Leda, Silvia Schvartzman y Eugenio París
Virginia Adela Suárez tenía 23 años, era maestra y estudiaba en la Escuela Superior de Comunicación Colectiva. También era alfabetizadora en el barrio San Martín junto al cura Llorens y militaba en la JG y el PRT. Era responsable política, junto a Daniel Moyano, de Roca y París. Su nombre de guerra era “Vivi”. El 13 de mayo fue secuestrada en el domicilio de Barraquero, Godoy Cruz, donde vivía junto a su madre, su hermano y su abuelo. Un grupo ingresó violentamente por los techos con armas largas y pelucas. De acuerdo a un vecino, intervino un camión del Ejército. Antes del secuestro ya habían notado que la casa era vigilada. El fiscal hizo hincapié en el accionar de la inteligencia del aparato represivo, dado que la familia de la víctima sufrió múltiples episodios de persecución luego de la desaparición de Virginia, aún en democracia.
Se desconoce dónde estuvo detenida la joven. En octubre de 1976, cinco meses más tarde, Vivian Acquaviva fue secuestrada e introducida en un vehículo donde se encontró con Virginia Suárez. Ambas mujeres fueron conducidas al Campo Las Lajas. En este Centro Clandestino de Detención de la Fuerza Aérea Virginia fue vista por última vez.
La audiencia se desarrolló nuevamente en la biblioteca
Liliana Tognetti tenía 24 años. Fue secuestrada el 13 por la mañana en su domicilio de San José, Guaymallén, por personal de civil. Graciela Leda —vecina y compañera— observó el hecho antes de ser también detenida. Liliana permaneció en el D2 hasta el 7 de julio de 1976, momento en el cual fue llevada a la penitenciaría. A partir del 29 de septiembre cumplió la condena del Consejo de Guerra en Villa Devoto. Recuperó la libertad en 1982.
Graciela del Carmen Leda había tenido una corta militancia en la JG. La secuestraron de su domicilio cuatro policías armados y de civil, un día antes de cumplir 19 años y una hora después de ver la detención de Liliana. Junto a su padre y su tío la condujeron en tres vehículos al D2. Los hombres fueron liberados prontamente. Graciela estuvo dos meses en el D2. Allí sufrió violencia sexual y de género —la amenazaban con dejarla estéril—, además de brutales sesiones de tortura. Relató que por el uso de la picana eléctrica se le abrió una vieja herida de una operación de apendicitis. Por este suceso tuvo que ser internada varias veces durante su cautiverio e intervenida quirúrgicamente. De julio a noviembre del 76 estuvo alojada en la penitenciaría de Mendoza. Posteriormente fue trasladada a Devoto, donde permaneció cautiva hasta noviembre de 1980. Recuperó su libertad en Mendoza, el 6 de diciembre de 1983.
Silvia Schvartzman tenía 26 años, vivía en San José y trabajaba en la Unión Vecinal de su barrio. Estaba casada con Antonio Siro Vignoni, también víctima del operativo y compañero de estudios de Víctor Sabatini. El 13 de mayo por la mañana fue interceptada por personal de civil cuando salía de la vivienda con sus hijas. Estas personas realizaron un allanamiento y se retiraron. Por la noche regresaron y la secuestraron. Schvartzman fue trasladada inmediatamente al D2 y sometida a tormentos, golpes y picana eléctrica. Contó que fue entrevistada en una sala de torturas con manchas de sangre y cabellos pegados en las paredes. Una vez condenada por el Consejo de Guerra, fue trasladada al penal de Mendoza y meses más tarde a Devoto. Recuperó la libertad el 15 de agosto de 1983.
Eugenio París tenía 21 años, estudiaba Medicina en la UNCuyo y militaba en la JG. Antes de secuestrarlo el 13 de mayo por la noche en la cervecería donde trabajaba, un grupo de tareas había allanado su domicilio. En el D2 fue torturado e interrogado. Al igual que en los casos ya referidos, existen numerosas constancias documentales y testimoniales de su paso por el D2 y posteriores movimientos. París fue condenado por el Consejo de Guerra, trasladado a la Penitenciaría de Mendoza y luego a la U9 de La Plata. En 1981 pasó a Rawson y a comienzos de 1983, por reducción de pena, obtuvo la libertad.
14 de mayo: Carlos Roca, Raúl Acquaviva, Vivian Acquaviva, Héctor Granic, Edmundo Beliveau, Hugo Talquenca y Julio Talquenca
Carlos Roca Acquaviva tenía 22 años, era primo de Raúl y Vivian Acquaviva y militante del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), vinculado al PRT. Cursaba sexto año de la Escuela Nacional de Educación Técnica 1 (ENET), donde también estudiaron Edmundo Beliveau, Pablo Granic y los hermanos Talquenca. El 14 de mayo por la madrugada trataron de secuestrarlo en el domicilio de su familia en Godoy Cruz, pero el joven sabía que lo estaban buscando y escapó minutos antes del operativo. Cinco hombres de civil y con armas allanaron la vivienda y robaron múltiples pertenencias. Carlos se refugió en la casa de su tío Mario en el barrio SUPE. Luego de una reunión familiar, por consejo de un pariente que era militar retirado, ese mismo 14 de mayo el joven se presentó en el D2, donde le prometieron garantías. No obstante, una vez solo, Carlos fue vendado, torturado y encerrado como el resto de las víctimas. Recibió condena del Consejo de Guerra, fue alojado en la Penitenciaría de Mendoza y en la U9. Recuperó la libertad en diciembre de 1983. Roca declaró ante la CONDAEP y en el Juicio a las Juntas.
Raúl Acquaviva tenía 22 años, estudiaba Ingeniería en Petróleo, trabajaba en el Ministerio de Desarrollo Social y militaba en la JG. El 13 de mayo por la noche sujetos disfrazados ingresaron a su domicilio y, dado que no estaba, se quedaron a esperarlo. Raúl fue secuestrado cuando regresó a su hogar, el 14 por la madrugada, y conducido al D2. El derrotero de Raúl fue similar al del grupo en su conjunto: condena del Consejo de Guerra, penal de Mendoza, U9 de la Plata, Sierra Chica y Rawson. Fue liberado el diciembre de 1983.
Vivian Acquaviva sufrió dos detenciones en 1976, la primera en el mes de mayo. Tenía entonces 18 años, cursaba escuela en turno noche y trabajaba en un estudio de abogacía. El 13 de mayo por la noche estaba presente en el bar donde trabajaba su amigo Eugenio París cuando este fue secuestrado. La joven se propuso seguir el vehículo hasta el D2. Allí la mandaron a hacer la denuncia a la Comisaría 3, pero fue interceptada en el camino y quedó detenida en esa seccional. Verificaron su apellido y la dejaron en libertad en la madrugada del 14, luego de que su hermano Raúl hubiera sido capturado y trasladado al D2. El novio de Vivian, Juan Carlos Abad, también estuvo brevemente detenido en el D2. Abad había aparecido en la casa de la familia Acquaviva justo en el momento en que se realizaba el secuestro de Raúl y los captores usaron su auto para llevarlos a ambos al Palacio Policial.
La segunda detención de Vivian fue fundamental para conocer el destino de Virginia Suárez, explicó el fiscal. Como se dijo, el 20 de octubre de 1976, luego de salir del colegio nocturno, Vivian fue interceptada por personas de civil y obligada a ingresar en un vehículo. Se encontró allí con Virginia Suárez, a quien conocía como amiga de su hermano. Luego de 45 minutos de viaje, el auto llegó a un “rancho” con piso de tierra donde ambas fueron torturadas y violadas. Acquaviva declaró que “Vivi” Suárez estaba muy flaca y golpeada. Después de unas horas, cargaron a Vivian en un auto y la dejaron en el centro. Cuando pudo regresar a su casa, la encontró llena de policías. Años más tarde reconoció por fotografías que el rancho correspondía a Campo Las Lajas.
Héctor Pablo Granic estudiaba en la ENET de Maipú y tenía 20 años al momento de su desaparición. Sobre aquel operativo en la vivienda familiar —ubicada en la calle Cervantes de Godoy Cruz— declararon, su madre, su hermana y su cuñado, quienes lo presenciaron. Fue el 14 de mayo del 76 a las 2:30 de la madrugada. Cuando lograron salir del encierro en una habitación, notaron las detenciones y el robo de objetos.
Edmundo Samuel Beliveau tenía 20 años y, para el momento del secuestro, estaba en la casa de su compañero. Se hacía llamar “Edmundo Bouvier” o “Pedro Quinteros”. Lo crio su tía como si fuese un hermano más, junto a sus primos y prima de apellido Muñiz, porque de pequeño había quedado huérfano de madre. De adolescente viajó a Buenos Aires pero regresó a Mendoza por un campamento y decidió quedarse.
Rosa Pacheco confirmó ante la regional local del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) que ambos militaban en la Juventud Guevarista, a pesar de que sus familiares no estuvieran al tanto. Edmundo ya había sido detenido en el 74, por unas pintadas en Maipú, y en esta segunda ocasión había estado repartiendo folletos en la fábrica Minetti. El 20 de diciembre del 77 figura en el registro del Departamento Judicial de la Policía (D5) que el D2 le devolvió su prontuario policial. Por el caso, la hermana de Granic hizo la denuncia, el padre se presentó ante la Comisaría 7 y también realizó gestiones ante el Comando de la VIII Brigada de Infantería de Montaña.
Hugo Alfredo Talquenca cursaba en la escuela Pablo Nogués y trabajaba temporalmente en la Bodega Furlotti. Además, militaba en la JG, colaboraba en barrios carenciados, discutía sobre política. Su hermano mayor le decía que iba a tener problemas por eso. El 14 de mayo de 1976 a las 3 de la madrugada, dos personas de civil —armadas y calzadas con borceguíes del Ejército— irrumpieron en la casa de la familia, en la calle Julia A. Roca de Gutiérrez, Maipú.
Amenazaron a toda la familia, preguntaron por Hugo y cuando su hermano, Julio Félix, se interpuso, también se lo llevaron. El padre les dijo a los captores que su hijo necesitaba una medicación y le respondieron que ya lo sabían. Hugo tenía 21 años cuando lo secuestraron y Julio, 24. Trabajaba como albañil junto con su papá, tenía una novia y no tenía actividad política. Durante el operativo también les robaron fotografías y los subieron encapuchados a un Renault blanco. En el barrio aseguraron que iban tres vehículos particulares y uno de policía.
La hermana, que tenía 13 años al momento de los hechos, declaró sobre el procedimiento. Su padre presentó cinco habeas corpus y se constituyó como querellante en las causas. Además, hay testimonios de una vecina, de un amigo de la primaria y de compañeros de la construcción.
15 de mayo: Blanca Graciela Santamaría y María Silvia Campos
Blanca Graciela Santamaría tenía 23 años y estudiaba Artes Plásticas. No hay información sobre su militancia activa pero tenía vínculo con distintas personas de la JG y su hermana, María Florencia, estaba detenida desde abril del 75. El operativo en el que desapareció Blanca fue el 15 de mayo a las 2 de la mañana, en su casa del barrio Unimev. Más de veinte hombres armados, algunos de civil y otros con uniforme militar, con peluca, radiotransmisores y distintos accesorios ingresaron violentamente a la vivienda. Algunos treparon por las paredes de casas vecinas. Amordazaron al padre y encerraron a la madre y los hermanos en el baño.
Héctor Toledo, un vecino que fue agredido cuando intentó asistir a la familia, declaró que habían arribado varios vehículos y en uno subieron a la víctima. A Blanca Santamaría se la llevaron en camisón y desde entonces está desaparecida. En una visita a Florencia en la cárcel de Devoto, su madre le contó todo y por eso pudo declarar. Relató que cuando fue el operativo había un compañero de Blanca —después se supo que era Osvaldo Zuin— que logró escapar. La familia denunció en la Comisaría 9 y presentó un habeas corpus.
Audiencia 79
María Silvia Campos tenía 23 años, estudiaba Medicina en la Universidad Nacional de Cuyo y militaba en el PRT. La noche de su desaparición, Silvia Campos estaba con Frida Angélica Capatto, su compañera y amiga. Ingresaron a la vivienda —de calle Pedernera de San José— 15 personas armadas, con pantalones azules y borceguíes, que arribaron en distintos autos. Uno de ellos tenía un pasamontañas grueso. Redujeron a su papá y a su mamá; mientras que a Capatto la encapucharon con la funda de una almohada.
La policía arribó al domicilio luego de la denuncia de su padre y constató que la puerta de acceso a la casa estaba destruida. En la búsqueda, su madre presentó un habeas corpus. María Silvia Campos es una de las víctimas de la dictadura de quien no se supo nunca más nada después de su secuestro. El fiscal destacó que los imputados “podrían aportar alguna información”, aunque está convencido de que no lo van a hacer.
16 de mayo: Mario Luis Santini
Mario Luis Santini estudiaba en la escuela Pablo Nogués, militaba en la JG y tenía 20 años cuando fue desaparecido. El operativo se desplegó en su domicilio de la calle Balcarce de Las Heras, el 16 de mayo a las 3 de la madrugada. Una patota preguntó por él y ató a su madre. Cuando ella logró sacarse las vendas, gritó por su hijo pero ya se lo habían llevado. Como acostumbraban, también robaron objetos.
La familia radicó una denuncia policial en la Comisaría 16 y la policía fue a su casa, pero nunca citaron a nadie. También hicieron consultas en la Base Aérea, en la Dirección de Investigaciones, en el Ministerio del Interior y en el Obispado. Presentaron 4 habeas corpus y denunciaron ante la Conadep. Se sabe que intervino la Subzona militar N° 2.
17 de mayo: Antonio Siro Vignoni
Antonio Siro Vignoni estaba casado con Silvia Schvartzman y, además de cronista deportivo, era empleado judicial auxiliar de la primera circunscripción. El 17 de mayo, lo secuestraron tres agentes del D2, a quienes conocía por su trabajo. Como acostumbraban en el centro clandestino, fue sometido a torturas y golpes. En un reconocimiento fotográfico identificó a Pablo Gutiérrez y a Alfredo Milagro Castro entre sus captores.
Luis Scafatti recordó a “un muchacho del Poder Judicial”. Como el resto de los sobrevivientes de esta causa, fue condenado en un Consejo de Guerra a 22 años de prisión el 7 de julio del 76, fecha en que lo trasladaron a la penitenciaría. En septiembre participó del traslado masivo a la Unidad 9 de La Plata; en abril del 79 fue alojado en la cárcel de Rawson, y en diciembre del 83 recibió la libertad.
19 de mayo o antes: Jaime Pedraza
Jaime Pedraza, de nacionalidad chilena, tenía 24 años al momento de su secuestro. Declaró en la etapa de instrucción. No se sabe exactamente la fecha, pero sí es seguro que fue antes del 19 de mayo del 76, fecha de su indagatoria ante el Consejo de Guerra. Por no ser local, desconocía a dónde lo llevaron pero después supo que era el D2 y hay testimonios que acreditaron su permanencia en ese lugar. Tuvo una condena de 2 años, pero no se sabe cuándo recuperó su libertad, aunque el primer tramo de su cautiverio fue igual al del resto: el 7 de julio, la penitenciaría; el 27 de septiembre, la Unidad 9 de La Plata.
20 de mayo: Nicolás Zárate
Nicolás Zárate era de los más grandes. Tenía 49 años cuando fue secuestrado a las 19:00, el 20 de mayo de 1976, en la calle Videla Correas de la Ciudad de Mendoza. Intervinieron efectivos policiales del D2 y, como el resto, en esa dependencia fue sometido a torturas. Declaró ante el Juzgado de Instrucción Militar y distintos compañeros y compañeras constataron su detención. El Consejo de Guerra lo condenó a 21 años de prisión y pasó, como el resto, por la Penitenciaría de Mendoza, luego por la Unidad 9 de La Plata y recién en 1984 recuperó su libertad.
El fiscal, Daniel Rodríguez Infante, terminó de mencionar todos los casos de este gran operativo de mayo de 1976. El juicio continuará con el Operativo Antijesuita, nombre con el que se refirieron a la persecución de militantes sociales del barrio San Martín, que se desempeñaban bajo el ala del cura “Macuca” Llorens.
SÓLO 24 DE LOS 33 IMPUTADOS RECIBIO PEDIDOS DE CONDENAS, DOS NO FUERON ACUSADOS Y EL RESTO NO TERMINO EL JUICIO POR FALLECIMIENTO O POR ENFERMEDADES INCAPACITANTES
La Megacausa III, por delitos de lesa humanidad cometidos en San Juan desde 1974 a 1983, después de mas de tras años de sesiones escuchó el pedido de penas para los principales responsable de la represion de aquellos años.
La “Patota del RIM 22 “recibió otro pedido de prision perpetua. Se trata de : Gustavo Ramon Demarchi; Jorge Antonio Olivera; Daniel Rolando Gomez; Eduardo Daniel Cardoso; Juan Francisco dellTorchio; Juan Carlos Coronel. El policia sobre el que recayo el pedido a prision perpetua es Miguel Angel Mejías
El expediente acumula seis causas. Comprende hechos padecidos por 150 víctimas, de las cuales 22 se encuentran desaparecidas y 6 fueron ejecutadas en el contexto de un caso conocido como Fusilamientos. También se investigan privaciones ilegítimas de la libertad, tormentos y violencia sexual.
El resto de las penas: Los pedidos de condena del fiscal federal Dante Vega, en el marco de la Megacausa III para los policias: Carlos Angel Castro, 15 años; Horacio Antonio Estrada 10 años y Araldo Alfredo Medina 8 años y seis meses
Los pedidos de condena del fiscal federal Dante Vega, en el marco de la Megacausa III para los policias: Eduardo Ernesto Traverso 9 años; Gustavo Adolfo Lafuente 8 años; Ricardo Claudio Kaliciñski,7 años y 6 mesesEl fiscal Dante Vega pidió para Marcelo Edgardo Lopez, 17 años; para Miguel ángel Berguñan, 9 años; para Jorge Manuel Laiseca, 7 años; para Eusebio Jurczyszyn, 20 años; para Carlos Antonio Saavedra 7 años y 6 meses; para Juan Carlos Turón, 9 años y 6 meses; paraAndres Walter Alderete, 11 años; Felipe Pedro Molina, 9 años; Ruben Jose Mondaca 9 años y 6 meses y Norberto Jose Trigo, 10años.