“Siempre me consideré un exiliado interno porque nunca pude decir me llamo Carlos Tello, soy de San Juan”
Carlos Tello vive en San Juan, su lugar natal, donde creció y del cual fue obligado a huir. Su vida militante comenzó a principios de los 70 cuando tenía 16 años y aún era estudiante secundario. Su compromiso polí- tico lo hicieron protagonista de una de las etapas más movilizadoras social y políticamente del Siglo XX. Perteneció a la generación de los setenta, fue Montonero, creyó en la idea de la revolución. Por esto, también fue protagonista de los crímenes y per- secuciones de la dictadura: su compañera, “Sisita”, fue secuestrada y desaparecida; él obligado a esconderse, a exiliarse, a vivir siendo otro, y con ello a separarse de su hija.
En está entrevista reflexionamos sobre la experiencia del exilio e intentamos, a partir de algunas de las vivencias exiliares de Carlos, pensar sobre cómo el
terrorismo de Estado atravesó todas las esferas y ámbitos de nuestro país. Cómo a partir del 24 de marzo de 1976 las cate- gorías de público, privado y clandestino cambiaron para siem- pre; cómo las fronteras se movieron hasta desvanecerse y se reconfiguraron las subjetividades, las familias, los grupos, los argentinos, todo.
Diversos lugares van trazando el derrotero del exilio: San Juan, Mendoza, San Luis, Tucumán, Jujuy, Buenos Aires, Trelew…
No es una trayectoria lineal sobre el tiempo y el país; dife- rentes “hitos importantes” construyen, puntean la lógica de la experiencia de Carlos Tello. En la argentina de los 70, en su coyuntura, los caminos espaciotemporales se recorren varias veces. Por ellos, los seres humanos caminan, cambian rumbos, velocidades, dinámicas, pensamientos. Tello recuerda: “En el 69 Mendoza”, “En el 72 yo caigo preso, nos llevan a Buenos Aires y al penal de Devoto y de ahí a Trelew, salgo en el año 73 con Campora”; “En Mendoza estuve trabajando en el Ministe- rio de Gobierno y ahí la conozco a la mamá de Mariana, por supuesto ahí legalizado. Formamos pareja muy rápidamente y después vuelvo a la clandestinidad”; “fue en octubre del año 74, había desaparecido un compañero, ya las tres AAA andaban haciendo sus…había muerto Perón. Nosotros empezamos nues- tra relación justo el 1 de julio del 74 cuando muere Perón”; “En el año 75 nace Mariana en Jujuy”; “Me fui a una villa a la casa de un compañero”; “en el 75 cuando estábamos en Tucumán ya estaba el Operativo Independencia y había desarticulado toda la estructura de Montoneros y habían prácticamente desapare- cido todos los dirigentes de superficie”; “Mi familia estaba en San Juan”; “En el 83 yo era un auténtico tucumano obrero de la construcción.”
En primera persona
Tello se acomoda y de a poco empieza a pensar(se): “No es solo el estar fuera del entorno familiar o social sino el de estar encerrado y con la tensión, con el corazón en la boca; una tensión perma- nente y con una identidad distinta. Tenía documento con otros nombres y otra historia. No podía decir que era de San Juan, decía que era de más aquí, de más allá. Eso, en cualquier condi- ción genera problemas de identidad, pero era tan grande la convicción en ese momento que era asumida como una tarea militante. Tener hijos y tenerlos con ese nombre que no era el tuyo, otro apellido…”
Recorridos
En Mendoza paso a la Clandestini- dad. Se pone muy pesada la cosa y nos vamos. Estuvimos en San Luis y de ahí a Tucumán. En enero de 75 me dice la flaca: “estoy embarazada”. Nos vamos a San Luis, ella se queda y yo me voy a Tucumán a buscar lugar. Cuando lle- gamos a Tucumán ella ya estaba como de 7 meses. Ahí es un peregri- nar de pensión en pensión, tratan-
do de ubicar a los compañeros que habían quedado desperdigados; traba- jar y reorganizar las agrupaciones del Ingenio. En el marco de esa clandestini- dad nace Mariana en Jujuy. Se quedan las dos ahí, porque había un marco de contención importante, mucha familia. La reconoce ella, aparece como madre soltera y padre desconocido.
Luego, en Tucumán conseguimos un lugar donde podríamos estar con la nena, era la casa de unos compañeros. Ahí estuvimos un tiempo, después empezamos a rodar por las pensiones. Primero para que no nos detectaran, después porque en algunos lugares no querían bebés porque lloraban de noche. En esos tiempos yo siempre iba al sur o al interior de la provincia, a rescatar y ver familias, ese era mi labu- ro, tratar de volver a organizarlos.
Al poco tiempo que estábamos ahí, ya Mariana tenía siete meses, compramos un departamento, mi suegro lo compró. Ahí fue donde cayó la “Sisita”, y se la llevaron a la nena también. Yo no esta- ba, andaba en el sur de Tucumán tra- tando de conectar una familia que había desaparecido. Cuando vuelvo, el almacenero de la esquina me advierte de que algo había pasado, que había habido un revuelo muy grande, yo para sacarme la duda, abro la puerta del departamento era tarde y el tipo estaba esperándome al fondo del pasillo; cierro la puerta y salgo corriendo, ahí me per- siguen y se arma un tiroteo, pero logro zafar. Al otro día me voy a la guardería con la esperanza de que la hubieran dejado a Mariana ahí, pero dicen que no estaba. Ahí vi que esto era el desastre…
El arrojo a las sombras
Tello comienza un exilio de diez años en donde su militancia y compromiso político les van a permitir seguir viviendo, fortaleciendo y marcando sus esperanzas. La “nueva” vida va más allá de los aspectos materiales y simbó- licos, trasciende el presente permitién- dole establecer canales subterráneos entre el territorio que lo acoge, ampara y oculta y el de sus orígenes que tiene que dejar atrás. Este es el soporte que le va a permitir sortear la nueva vida en la Argentina que empieza después del 24 de marzo de 1976. También es lo que le permite preservar su memoria, su identidad.
“Mi militancia se desarrollaba en las zonas urbanas bajo las condiciones de persecución. El hecho de vivir en condi- ciones urbanas, te aferraba mucho a los lugares y eso era cuando el enemigo detectaba donde podías andar, y todo lo demás. Empezabas a cometer rutinas.
Cuando cae la casa en Tucumán, la casa donde realmente gozamos, fue como una luna de miel tardía pero era de disfrutar. Ahí nos cae la casa, nos robaron todo pero me llevaron lo más preciado, mi compañera y Mariana”. Ése fue el momento más jodido, ahí comienza la etapa más dura de la per- secución y el exilio.
El camino de la invisibilidad
El exilio interno te impone una nueva vida en la que una parte de uno deja de ser lo que es. Se impone el olvido. En el exilio se desarrolla una doble identidad, que se construye entre los que debemos ser y lo que queremos ser, sentir, vivir. El exiliado transcurre en debatiéndose entre esos sentimientos tan contradic- torios sin perder la esencia de lo fue, de como llegó a ese lugar. En el exilio hay sentimientos que no se pueden contar, son prohibidos, Indecibles, no suceden. Los exiliados actúan como si no les
pasara lo que les pasa; hablar de ello esta prohibido. El exilio se los prohíbe; las personas que los rodean también. Retener los recuerdos en la memoria es la única forma de resistir.
“Otras de las cosas del desarraigo es cuando te van arrinconando a una situación donde no podes tener nada ni familia, ni contacto…ni casa, nada. Arraigarse a un lugar era el suicidio. Mas allá de que estaba dentro de la Argentina, yo siempre me considere un exiliado interno porque nunca pude decir vengo de tal lado, soy de San Juan, me llamo Carlos Tello, tengo esta historia, y con el agravante de ser per- seguido. Estuvimos dando vueltas durante uno años, pero tampoco eso era vida. El no arraigarse también tiene sus costos personales y familiares. Entonces empezamos a buscar trabajo, no estable en la construcción. En la construcción vos podías trabajar y podías dar datos falsos ya que no te
asentaban en ningún lugar. Todos esos años he vivido en las villas dentro de Tucumán cambiando mi propia identi- dad, había adquirido las costumbres, hablaba como Tucumano. Ahí tengo una carta que le escribí a mi hermano sobre el difícil transito de volver des- pués de diez años de haber estado viviendo como obrero en una villa, me había mimetizado y acostumbrado. Durante ese exilio tenía otro nombre, me habían puesto un apodo “Marango- ni” (por el jugador de futbol de un equi- po de Tucumán que era mendocino y ellos a mi me tenían como mendocino, todo eso me servía a mi para pasar inadvertido). Es más, en los tiempos que se aflojó un poco la mano era dele- gado de la Construcción, me denomi- nan para ser miembro de la comisión directiva de la UOCRA en Tucumán. Por supuesto que yo siempre rechace porque no podía entrar en ese terreno.
Era una inserción con otro nombre y también con una sospecha en la gente de que yo algo ocultaba, y me cubrían por eso. La gente me la marcaba, por ejemplo una vez hubo un censo y yo vivía con otro compañero que tenía su familia, él me preguntaba “che Maran- goni vos te vas a querer censar”, y yo decía “no deja que me voy a ir”, pero el medijo“no,yolevoyadeciralacen- sista que no hay nadie más en la fami- lia”. O por ahí había operativo rastri- llos y me avisaban para que yo me escapara. O lugares habitúes donde íbamos a comer con otros compañeros y nos habían reconocido. Nos pasó en un bar de camioneros donde íbamos a comer los domingos; nos dábamos ese lujo de juntarnos a comer y conversar un poco. Una vez viene el tipo del come- dor y nos dice “muchachos váyanse porque han estado preguntado por
ustedes”. O en la obra donde trabajaba me decían “che, hay un camionero que casi seguro que es milico ha estado pre- guntando por vos”. Con esto quiero decir, que ellos no sabían, es decir sabí- an mi identidad política que tenía cua- lidades como para ser delegado, pero no sabían que detrás mío había una historia. Hubo una familia que me adoptó y sabía que yo estaba en la clan- destinidad. Son muchas cosas que vivís que te relacionan con tu vida real, pero a su vez vas adquiriendo una serie de costumbres y modos de vida. Para mi el saldo de esa experiencia es man- tener mi salud mental, porque si hubie- ra estado exiliado en otro país o preso o secuestrados no se como estaría de la cabeza, porque a mi me permitió ver como era el proceso de lectura y recons- trucción del campo popular, me permi- tió ver como nos veían a nosotros que teníamos una imagen muy idealizada del pueblo, y de lo que pensaban de nosotros. Entonces eso por un lado y por e otro lado tener contención afecti- va, familias que te ayudaban, eso es muy importante. Y vivir una vida de obrero que nunca había vivido.
Lo que estaba siempre presente era resistir, sobrevivir, y dentro de eso tra- bajar, vivir con lo que teníamos. Logré comprar un lote, hacer una casita muy precaria. Yo vivía en una villa, y resul- ta que ahí vivía un dirigente del sindi- cato de gráficos con el cual nos hacemos muy amigos y armamos una cooperati- va para sacar a toda la gente de la villa, Él tenia el sindicato que no esta- ba intervenido, ya en las últimas de la dictadura, así es que armamos con un grupo de gente del sindicato, con algu- nos de la villa y compramos un terreno grande y después lo fracturamos para que cada uno se hiciera su casa.
El camino de la visibilidad
El momento crítico se me viene cuan- do en el año 83 tengo que volver a la legalidad. Se reorganiza con los exilia- dos que habían vuelto el “Peronismo para la Victoria”, a nivel nacional esta- ba “Intransigencia y Movilización Pero- nista”, Peronismo para la Victoria era como una agrupación de esa agrupa- ción nacional. Cuando yo aparezco, a mi me daban por desaparecido, me con- tacto con ellos y me ponen al frente de la agrupación como reconocimiento de mi trayectoria, organizan una conferencia de prensa y empiezo a actuar pública- mente. Me encontraba con los compañe- ros que me conocían como Marangoni y a mi se me hacían “así las tripas…esas cosas”, la gente, esa familia que me cobijo… y me fui a Jujuy porque no soportaba esa doble identidad que tenía ahí, el Marangoni y el dirigente del Peronismo para la Victoria. Yo le decía esto no es bueno para la agrupación y ahí me pusieron otro apodo, “El Utu- runco” porque decían vos has salido de alguna cueva por ahí, los uturunco eran famosos en Tucumán, así me pusieron en la villa.
Derroteros
Otra parte que fue volver a revolver y rebobinar en mi identidad fue conocer a mi hija. Esa parte fue muy dura. Nos juntamos en la casa de unos amigos de la familia allá en Jujuy. Ella estaba ahí y no le decían quien era yo, cuando llegue me miraba y cuando le digo “yo soy tu papá” ella dice “yo ya sabía que eras mi papá porque te pareces mucho a mi tío Mario (mi hermano) y porque yo sabía que algún día ibas a aparecer”. Le dije “perdóname todo lo que te he abandonado este tiempo”, y ella me dijo “no tengo que perdonarte papá”. Nos abrazamos y lloramos… después de tantos años que había pasado. Tenía 9 años y cuando cayó la casa ella tenía 9 meses. Muchos años de sufrimiento y aguante contenido de mi parte y de ella, que sabía que yo estaba vivo y le habí- an dicho que estaba exiliado fuera del país. Esto era en el año 83, ya había ganado Alfonsín y ella le decía a los abuelos, “ya que ha ganado Alfonsín y ha vuelto la democracia ¿cuándo va a aparecer mi papá?”
Durante todo este tiempo Tenía un compañero que era el que recibía las cartas de mis familias, y yo les respon- día y se las mandaba a las casa de unas tías mías. Era una cadena y me man- daban fotos de la Mariana.
En la carta que le escribo a mi her- mano, después de ese momento, le plan- teo esos dos problemas. Por un lado, yo ya no podía volver a seguir con mi iden- tidad en Tucumán y necesitaba reinser- tarme y estar con mi hija, pero en Jujuy, donde estaba Mariana con su abuela, también se me plantea un pro- blema de identidad. Primero porque yo como bien decía mi suegra era un “tucu- mano obrero de la construcción”. Y en esas condiciones de búsqueda de mi identidad yo no puedo estar con mi hija, no puedo estar bien. Ella también tenía que reconcomerme a mí. Tenía 9 años cuando la vi la primera vez. Y cla- ro ella también tenía a sus abuelos como padres reales, eran los padres de la infancia y yo no quería pasar por encima de eso. Muchos me decían “¿por qué no te la traes con vos?” pero no, por- que yo iba a cumplir con mis deseos pero capaz que para ella era un trauma muy grande tener que dejar todo y lle-
varla a San Juan, tan distante. Yo entendí que eso de rescatar mi identi- dad y estar bien conmigo mismo y tra- tar de que mi hija se identifique conmi- go era un proceso, y en ese proceso pri- mero tenía que estar bien yo con una seguridad no sola psicológica, sino afectiva y laboral. No podía seguir viviendo a los giros como había vivido hasta ese momento. Era un proceso que puede haberle sucedido a muchos padres cuando se reencontraban con sus hijos y Mariana encima estaba entrando en una etapa difícil como la pubertad. Así que me volví a San Juan a retomar mis raíces familiares. Mi familia me recibió con los brazos abier- tos, era fiesta todos los días; ellos tam- bién me daban por muerto. Recibía mucho afecto. En Jujuy también, la familia de la SISI me consideraba como un hijo, pero llego un momento que mi suegra me dijo “tenes razón Car- los, tenes que irte”. Así fue la recons- trucción, no fue fácil.
Con Mariana me vengo a reencontrar cuando era adolescente y se iba a pasar las vacaciones conmigo. Fue ahí que entramos a conversar y rebobinar el cassette y empezar a reconstruir todo, qué había pasado, cómo era la madre. En fin todas las preguntas que se hacen los adolecentes sobres cómo es la histo- ria de sus padres, porque creo que esas preguntas se hacen aun en los hijos que han vivido toda la vida con los padres.
Reflexiones finales
Los sentidos que vuelca Carlos Tello, como los de muchos, sobre sus expe- riencias son el resultado de valoracio- nes que conllevan pérdidas y derrotas, esperanzas y convicciones que perma- necen intactas. Su relato repasa triun- fos y derrotas, conquistas y fracasos que interactúan constantemente entre lo público, lo privado y lo clandestino; entre lo vivamente subjetivo y lo abru- madoramente objetivo; entre las valo- raciones emocionales y las reflexiones históricas.
La narración es para Tello, la necesi- dad de reconstruir su identidad. Para ello un punto de partida ineludible es afrontar las distorsiones, interrupcio- nes, desgastes y ausencias que le provo- caron en su vida los tiempos del exilio.
“Si bien estaba dentro de los presu- puestos, dentro de la vida, de la elec- ción, de la militancia, una cosa era pensarlo y otra vivirlo y era muy difí- cil soportarlo. Pero el compromiso y la elección militante un poco era lo que daba sentido y alrededor del cual gira- ban todas nuestras decisiones. Uno piensa a esta altura de la vida como puede ser que un militante haya arriesgado su familia, su hija y haya puesto en la parrilla la vida propia y la de su familia, todo era en función de una utopía, un idealismo, pensábamos que si nosotros lográbamos triunfar nuestros hijos iban a vivir en un mun- do mejor, y si no llegábamos nosotros los hijos de nuestros hijos…por supuesto que mucho idealismo. Una cosa que tampoco logramos dimensio- nar fue la crudeza del terrorismo de Estado, la represión, la desaparición y hasta donde podían llegar a destruir nuestras familias. De eso no teníamos dimensión. También una idealización de que el pueblo iba a reaccionar fren- te a la represión, al avallasamiento de las libertades y de la democracia…y llevó mucho tiempo para que lograra reaccionar”.
PUBLICADO
Un gran SanJuanino!! Gracias Carlos por preservar tu vida y tu integridad y por seguir esperando en un futuro mejor para esta Argentina por la que tantos murieron
Y por la que seguimos soñando Memoria Verdad y Justicia.
Un gran SanJuanino!! Gracias Carlos por preservar tu vida y tu integridad y por seguir esperando en un futuro mejor para esta Argentina por la que tantos murieron
Y por la que seguimos soñando Memoria Verdad y Justicia.