LAS 400 VÍCTIMAS
La Municipalidad de Quilmes elaboró un listado de víctimas de la dictadura en ese distrito que, sin saberlo, coincide con la cifra que tenían los servicios de inteligencia del menemismo, hace un cuarto de siglo. La nómina que acaba de terminar el Colectivo Memoria, Verdad y Justicia fue presentada por la Secretaría de Derechos Humanos local en el ex CCD Puesto Vasco de Don Bosco, donde estuvo secuestrado Jacobo Timerman y donde creen que fue enterrado Domingo Moncalvillo.
En ese encuentro, este columnista aportó un dato relatado por el diputado nacional Roberto Fernández: “Luego de una reunión de comisión en la Cámara, charlé con un agente de inteligencia que, cuando supo que era de Quilmes, me dijo que las víctimas de acá eran 400”. Roby Fernández fue diputado nacional desde 1989 y formó la mesa peronista bonaerense por la reelección de Carlos Menem en 1995. La reunión con el agente memorioso fue contemporánea a la investigación del atentado a la Embajada de Israel. Había transcurrido una década desde el final de la dictadura, pero debió pasar un cuarto de siglo más para que las organizaciones del pueblo les pusieran nombre a los cuatrocientos. No deja de ser sintomático que los servicios tuvieran tal precisión cuando ningún organismo había confeccionado listas.
En la inicial década de democracia, los primeros intentos partieron de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), cuando su secretaria era Lucrecia Lombán. Otras iniciativas chocaron con la enorme cantidad de víctimas y los escasos recursos. La Unión Obrera Metalúrgica (UOM), a cargo de Francisco “Barba” Gutiérrez, elaboró un listado que publicó como tapa y contratapa en una revista de su gremio. En 2016, la Universidad de Quilmes editó un libro de 120 páginas con las fichas de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CoNaDeP) y el Registro Único de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE), que sumaban 293 víctimas.
Moncalvillo
En el listado no figuran dos mujeres y un hombre incinerados en el fondo del sitio donde se hizo la presentación quilmeña. Serían parte del “Grupo de los 7”, quienes fueron obligados a colaborar con los represores. Entre ellos se encontraba el hermano de la periodista “Mona” Moncalvillo.
La primera fuente de ese dato fue el policía Julio Alberto Emmed, quien denunció ante la CoNaDeP que hacia finales de 1977 quemaron personas en Puesto Vasco.
Según documentos a los que accedió la artista plástica y editora Nora Patrich, el coronel Ramón Camps, a cargo de la Policía Bonaerense, le pidió al general Carlos Suárez Mason que los siete sobrevivieran. El jefe del Primer Cuerpo de Ejército quedó en pensarlo, pero en noviembre del ’77 ordenó trasladarlos.
Según el historiador Roberto Baschetti, las autoridades policiales les dieron opción a salir del país, previa bendición de Christian von Wernich. Ante el cura, Camps y Miguel Etchecolatz requirieron al agente Emmed si podía desmayar a un hombre. Lo mandaron en auto junto a Carmen Morettini, Cecilia Idiart y Moncalvillo, a quien le propinó un inefectivo golpe de judo y debió pegarle culatazos hasta salpicar de sangre a todos. Así llegaron adonde los aguardaba el médico Jorge Bergés, que les inyectó veneno en el corazón antes de incinerarlos.
Acerca del hallazgo de indicios en las excavaciones en Puesto Vasco, El Cohete a la Luna había informado el 24 de julio sobre las tareas supervisadas por la jefa comunal, Mayra Mendoza, y el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti. Hasta ahora, las autoridades se negaron a precisar si los cuerpos hallados entre restos de neumáticos quemados son los de Moncalvillo y sus compañeras. “El tema está judicializado y el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) continúa con su trabajo que, hasta no finalizar, nos impide especular sobre identidades”, respondieron a El Cohete.
Del Grupo de los 7, Liliana Galarza dio a luz en cautiverio antes de ser asesinada. Nilda Susana Salomone y los hermanos María Magdalena y Pablo Mainer fueron hallados en el Cementerio de Avellaneda.
Lo no escrito
Al igual que los intentos previos por documentar cada detalle del genocidio, la nueva lista quilmeña no incluye nombres de represores. Están los desaparecidos o muertos, sin contexto individual. Comienza con un caso de 1972, Juan Lachowski, de 23 años, quien figura muerto en el distrito el 26 de abril.
En realidad esa es la fecha de su secuestro. El Cohete puede completar la historia de aquel obrero de Peugeot, entregado por la empresa a efectivos policiales de la Brigada de Avellaneda, atormentado y tirado en una zanja, de la que salió aterrorizado para llegar a su casa en Bernal y relatar todo antes del 2 de mayo, cuando murió a causa de las heridas de la tortura.
Tal fue la repercusión que hasta Bernardo Neustadt escribió en su revista Extra: “¿Cómo se habrá sentido Lachowski, mutilado en sus 24 años, cuando sin culpa, sin denuncia, sin participación política, ni sindical, ni guerrillera, llegó con los testículos quemados y se arrastró hasta su mujer embarazada? ¿Qué penumbras cruzaron la mente de este humilde operario, de conducta irreprochable según la empresa? Mi silencio me haría sentir cómplice. No escribo para rescatarme. Escribo para que la indignación y mi vergüenza no me asesinen”.
Gracias a la intervención del juez Eduardo Millán, dos años después el juicio demostró que la casa de torturas pertenecía al policía prófugo Francisco Benevento. Hubo condenas, pero ningún preso. Era el personal de la Brigada al mando de Ernesto Verdún hasta el 8 de octubre de 1969, cuando asumió Oscar Moler (padre de Emilce, sobreviviente de la Noche de los Lápices), reemplazado por Etchecolatz en 1973.
La historia fue guionada por Julio Mauricio en Un despido corriente. Durante los ensayos, el actor Luis Conti y el dueño del teatro Auditorium de Mar del Plata, Gregorio Nachman, fueron desaparecidos el 19 de junio de 1976. Luego fueron vistos en el Pozo de Banfield. Aunque en 1979 Nachman fue trasladado por el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) a la Unidad 9 de La Plata, nunca más se lo vio. Medio siglo después, la viuda de Lachowski, Ana María, rehusó la consulta de este medio porque aún le duele hablar.
El 2 de noviembre de 1973 hubo otros muertos a manos de la policía: Isaac Mosqueda (38 años), secretario de Movilización de la Juventud Peronista (JP) de Quilmes; también Juan Carlos Piray, Francisco Aristegui y Omar Arce, de 19, 18 y 14 años. Los que gatillaron fueron liberados por “falta de mérito”.
De 1974 constan los asesinatos de Pablo van Lierde y Eduardo Beckerman, llevados desde un bar donde planificaban pintadas por el segundo aniversario de los fusilamientos de Trelew y acribillados dentro de una Citroneta en la que sobrevivió malherido Carlos Alberto Baglietto. Al mes siguiente fue incinerado Osvaldo “Pacho” Margni en la Costanera porteña a manos anónimas, hasta que su compañero, Eduardo Allende, le sugirió al autor de esta nota el nombre del policía de quien sospechaba: “El oficial Kiernay”. Esos crímenes permanecen impunes.
Distinto es el caso de Arístides Suárez, Jacinto Alonso Saborido y Eduardo Ernihold, baleados el 7 de octubre de 1974, cuando fueron a matar al mayor de Ejército Jaime Gimeno, en represalia por los 16 fusilamientos de sus compañeros del ERP en Catamarca. Ex militantes de esa organización le dijeron a El Cohete que sospechaban que la muerte de Ernihold había sido provocada en el puesto de la Policía Caminera (donde revistaba Eduardo José Maggi, legajo 91.677, quien presumía su rol represor). En busca de la numerosa familia Suárez, al mes siguiente, el comisario Vilaquien y su segundo, Orsi (el apellido coincide con el de un compadre del jefe de la Concentración Nacional Universitaria –CNU– La Plata), llegaron a Víctor Manuel Taboada, a quien le atribuían combatir en Tucumán y fue el único asesinado del grupo que cayó con él. Poco después de llegar al Cementerio de Avellaneda, su cadáver fue robado. Sus familiares fueron legalizados y su compañera, Nelfa Suárez, dio a luz en cautiverio, encadenada y engrillada a la camilla en el Hospital San Martín de La Plata, cuyo director era Juan José Mussi, actual intendente de Berazategui.
El 19 de noviembre del ’74 desaparecieron a Sergio Dicovsky, el primero del distrito, en ocasión de matar al secuestrado coronel Jorge Ibarzábal, en Solano. Fue llevado ante la vista de los vecinos, como relató El Cohete en El hermano del partisano y la hija del cnl. El 16 de febrero de 1975 fue hallado encadenado a un árbol en los bosques de Palermo el cuerpo de Leo Leyes. “Había sido compañero de escuela del ‘Polaco’ (Jorge) Dubchak, quien siempre le tuvo celos, además de ser el único que podría haberlo reconocido allá y acribillarlo como lo hicieron”, le dijo su compañero “El Indio” Allende (FAP) al autor.
Sobre el final del acto quilmeño de este fin de año, una asistente –Claudia S.– preguntó por “el hermano de Aldo Rico” (el carapintada nunca se refirió a él, si bien dijo tener familiares “víctimas de los dos lados”). Ella fue alumna de Lilian Fernández de Rico, la viuda de Martín Rico, quien figura en la lista recién presentada como “secuestrado” en Quilmes. En verdad, el coronel de inteligencia adscripto al Estado Mayor Conjunto fue raptado cuando salía de trabajar en la Capital y acribillado en Avellaneda el 27 de marzo de 1975. Investigaba la relación de su Ejército con la Triple A. Según el periodista Juan Gasparini, la banda de Aníbal Gordon era la única capaz de una operación así contra alguien que estaba a días de ascender a general.
Las caídas de aquel año se abultaron con las delaciones de Jesús “Oso” Ranier, ex compañero del asesinado Margni (FAP), que se pasó al ERP en octubre del ’74 con la excusa de reivindicar a los caídos en el atentado contra Gimeno, catorce meses antes de que delatara el copamiento del 23 de diciembre en Viejobueno, que acabó con un centenar de muertes.
En los posteriores noventa días que transcurrieron hasta el golpe, fue acribillado el sacerdote tercermundista José Tedeschi, que colaboraba en la villa Itatí con asistentes sociales que militaban en el ERP. Esas compañeras fueron secuestradas por la Brigada del Pozo de Quilmes, donde tallaban Luis Ferian y Daniel Juárez, junto con otros ex laderos de Etchecolatz.
En la lista actualizada, siempre provisoria, es posible encontrar a la pareja de montoneros Carlos Baglietto y Stella Maris Edén (fusilados el 9 de octubre de 1975), como así también a Alberto Goi, de la CNU, que luego se fusionó con la Triple A. Fueron esbirros de esa extrema derecha que terminaron usados y luego asesinados por sus nuevos mandantes. Fuentes de la revista El Caudillo, que en muchos casos amplificó los discursos de la Triple A, revelaron a este cronista que dos meses y medio después del golpe, “El Oveja” Goi fue uno de esos devorados por la bestia que alimentó.
El listado
En el acto organizado por la secretaría a cargo de Hugo Colaone se entregaron copias de la carpeta con las 389 “Personas desaparecidas y asesinadas por el terrorismo de Estado relacionadas con Quilmes”. Tal relación no implica que todos hubieran nacido o vivido allí; para algunos fue lugar de militancia, como para Enrique Barry, hermano de Juan Alejandro, de la Conducción Nacional Montonera, o para los hijos del gobernador de Neuquén, Enrique y Ricardo Sapag, contra uno de los cuales se tiroteó el citado policía Maggi, quien llegó a tener un bebé secuestrado en su casa de Avellaneda desde septiembre de 1975.
El informe de catorce páginas, su método y criterios se reproduce aquí: