AUDIENCIA 34 / TESTIMONIO DE UNA ESPECIALISTA SOBRE LAS FUERZAS PARAESTATALES Y SU RELACIÓN CON EL D2
Foto principal: Coco Yañez
29-11-2024 | Laura Rodríguez Agüero, doctora en Historia, ofreció sus conocimientos sobre la violencia ejercida en Mendoza durante el terrorismo de Estado contra mujeres en situación de prostitución por parte de comandos paraestatales y la relación de estos con el D2. La próxima audiencia tendrá lugar el 14 de diciembre a las 9:30.
En una nueva audiencia de este 13.° juicio por delitos de lesa humanidad en Mendoza, Laura Rodríguez Agüero —historiadora, investigadora del Conicet y docente universitaria— se presentó ante el Tribunal Oral Federal N.° 1 para ofrecer testimonio de su conocimiento, a pedido de la fiscalía. Así, comenzó relatando que para su tesis doctoral investigó el ciclo de protestas que se dio en Mendoza entre el Mendozazo, en 1972, y los años de la dictadura y que logró reconstruir el circuito de la violencia paraestatal durante esos años. Además, en el marco de sus investigaciones, tuvo la oportunidad de entrevistar a mujeres en situación de prostitución que fueron perseguidas, detenidas y maltratadas por los comandos paraestatales que actuaron en la provincia durante el terrorismo de Estado. Muchas de esas mujeres pasaron por el D2 y dos de ellas pudieron darle cuenta de sus experiencias y también de la vida y el sufrimiento de muchos de las personas detenidas allí por razones políticas, con las que compartieron cautiverio.
Violencia paraestatal
Laura definió la violencia paraestatal como aquella violencia ejercida por personas del Estado con recursos del Estado, pero en paralelo a los circuitos legales del Estado. Así, en Mendoza y en todo el país, existieron diversos comandos paraestatales conformados por agentes de las fuerzas armadas, policiales y de seguridad, quienes llevaban a cabo actividades represivas vestidos de civil. La particularidad de nuestra provincia, contó la doctora, fue el carácter moralizante de estas organizaciones y la virulencia con la que actuaban. Dos de los más importantes comandos fueron el Comando Moralizador Pío XII y el Comando Anticomunista Mendoza (CAM), ambos bajo el mando del jefe de la Policía, el vicecomodoro Julio César Santuccione.
Sobre los comienzos de estos comandos, Laura contó que el CAM apareció a mediados de 1974, con atentados dirigidos principalmente a militantes populares. Por otra parte, también a principios de 1974, empezaron a aparecer noticias en el diario Mendoza y el diario Los Andes que daban cuenta de la persecución e, incluso, el asesinato a mujeres en situación de prostitución. Al mismo tiempo, aparecieron cadáveres en la zona de Colonia Papagallos y en Canota, un paraje ubicado sobre la Ruta Provincial n.° 52 camino a Villavicencio, cadáveres que eran los cuerpos de prostitutas, proxenetas y militantes políticos. «Era una decisión de la fuerza que los lugares de depósito de cuerpos fueran Canota y Papagallos», acotó Laura. Por estos eventos, unos pozos naturales en Papagallos se hicieron conocidos en la jerga periodística como «los pozos de Santuccione”.
Más adelante, durante los primeros meses de 1975, los asesinatos vinculados al negocio de la prostitución y el narcotrotráfico se incrementaron y el diario Los Andes informó que podría tratarse de un comando moralizador. Finalmente, el 26 de julio de 1975, el Comando Moralizador Pío XII se presentó al público mendocino a través de un comunicado en el diario Mendoza en el que se definió como un grupo moral y defensor de la salud pública que pretendía ajusticiar a prostitutas con cadenas, palos y cartuchos cargados con sal. Sin embargo, el Comando Moralizador Pío XII no solo perseguía a personas en prostitución, sino también a personas por su sexualidad u orientación sexual. Tal fue el caso de la desaparición de Napoleón Araneda a comienzos de diciembre de 1975, por ejemplo, un bancario sin ningún tipo de militancia política, gay y “muy afeminado”, según sus compañeros de trabajo.
Sobre el posible trasfondo del comando, la doctora Rodríguez Agüero dijo que la policía aprovechaba el contexto de terrorismo para saldar deudas con proxenetas, como, por ejemplo, cuando alguien no quería pagar coimas. También comentó que en las crónicas periodísticas de la época hay muchas pistas que insinúan que la policía estaba involucrada.
Entre la aparición pública del comando y la llegada del “Proceso de Reorganización Nacional”, los crímenes continuaron y los medios siguieron informando —gracias al compromiso de personas como Antonio Di Benedetto, quien para entonces era el subdirector del diario Los Andes—. Esto duró hasta el comienzo de la dictadura, cuando las noticias dejaron de aparecer.
El testimonio de las sobrevivientes
Ante la necesidad de seguir con la reconstrucción del aparato represivo durante la dictadura, Laura comenzó a buscar testimonios y encontró a dos mujeres sobrevivientes del Comando Pío XII. Una de ellas, Mimí, se reconocía como doble sobreviviente, por un lado, del sistema prostituyente y la trata de personas y, por el otro, del terrorismo de Estado. En las entrevistas que Laura le realizó hizo mucho hincapié en lo que significó para ella el paso por el palacio policial, sitio en el que funcionaba el D2. Allí, si bien estaban detenidas en las celdas de contraventores —distintas a los calabozos en los que recluían a las personas secuestradas por razones políticas—, a veces coincidían con los «extremistas», tal como los llamaban los oficiales de la policía. La gran diferencia entre ellas —muchas eran analfabetas— y los militantes secuestrados era el nivel educativo, le contó Mimí. En estas condiciones, las mujeres detenidas por el Comando Pío XII desarrollaban cierto compañerismo con las presas y los presos políticos y, aunque los agentes de seguridad les ofrecían ser informantes, nunca accedían a hacerlo. Para ellas, el enemigo era la policía. En ocasiones, para ayudar a alguien que sufría, una de ellas se dejaba manosear para distraer a algún agente, mientras otra asistía a la persona lastimada.
En el D2, las mujeres detenidas por el Comando Pío XII eran sometidas a los mismos castigos que sufrían otras personas detenidas por su militancia, con excepción de la picana eléctrica. Según Mimí, Santuccione tenía una saña especial contra las prostitutas. Así, muchas veces las hacían dormir en el piso, sin nada con que taparse, en el medio del invierno, y en la ocasión en que un policía “de los buenos” les acercó unas frazadas, Santuccione se las retiró tras hacer un escándalo. Por este encono que Santuccione tenía con ellas, Mimí tuvo que pasar varias veces por el “calabozo cero”: una especie de sarcófago vertical con una mirilla en la puerta, donde solamente entraba una persona parada. Cuando metían a alguien ahí y corrían el pasador de la puerta, quedaba en completa oscuridad y así dejaban a la persona durante 24 horas, generalmente como castigo por hablar y ayudar a «extremistas».
Por otra parte, si bien nunca eran llevadas a la sala de tortura, sí eran testigos de los maltratos contra las personas detenidas por razones políticas. Muchas veces, al intentar volver a sus celdas después de algún trámite que las obligaban a hacer dentro del edificio, se perdían y llegaban a observar y a escuchar a personas bajo tortura. Una de las sobrevivientes, incluso, llegó a narrarle a Laura una situación en la que, mientras torturaban a un chico de unos 18 años, un represor empezó a gritar “¡se me murió! ¡Frazadas, frazadas!”, lo que significaba que tenían que retirar un cuerpo.
La testimoniante señaló, además, que, pese a las inspecciones y a tantos testimonios, hay celdas bloqueadas y muchos vacíos respecto del funcionamiento del centro clandestino.
Material documental de relevancia para la causa
Finalmente, concluyendo su testimonio y ante la propuesta de la fiscalía, la doctora Laura Rodríguez Agüero se mostró dispuesta a aportar todo el registro documental que ella tiene para sumarlo como prueba para este juicio. La fiscalía también pidió por su tesis doctoral y le reclamó al tribunal la presencia de los acusados en la sala durante las próximas audiencias.
La próxima audiencia será el viernes 13 de diciembre a las 9:30 h.
Laura Rodríguez Agüero, doctora en Historia.