Olga Vaccarini tenía 22 años y estaba embarazada de tres meses cuando la secuestraron. Militaba en el PRT-ERP y estudiaba bioquímica en la Universidad Nacional de Rosario. El 16 de mayo de 1977, un grupo de tareas bajo el mando operativo del Segundo Cuerpo del Ejército se la llevó de la casa de su suegra, adonde se había mudado unos días antes, cuando su pareja Gustavo Rodríguez se internó en un hospital para una cirugía. A Rodríguez lo secuestraron el mismo día y nunca más apareció.
Cinco días después, Vaccarini apareció muerta junto a otras víctimas en un auto Citröen calcinado, en la avenida Godoy al 5200, en Rosario. Pero entonces nadie supo que aquella mujer era Olga. Al día siguiente, el diario La Capital publicó un comunicado de las Fuerzas Armadas en el que se informaba sobre un supuesto enfrentamiento en el que, luego de “un corto y nutrido tiroteo”, habían resultado “abatidos dos hombres y una mujer”. Según la versión oficial, el conductor del vehículo había sido herido de muerte y luego el auto había explotado y se había incendiado con las personas adentro. En otro comunicado, emitido dos días más tarde, identificaron a los dos hombres como Héctor Retamar y Raúl Bustos.
La mentira quedó en evidencia en 2010, cuando la Justicia acreditó que Retamar no había muerto en aquel episodio sino que había pasado por distintos centros clandestinos de detención hasta su asesinato en cautiverio, en 1978. Además, los muertos no habían sido tres sino cuatro: el relevamiento de las partidas de defunción del Registro Civil y de inhumaciones en el cementerio La Piedad, el más grande de Rosario, mostró que junto al cuerpo de Raúl Bustos habían ingresado los restos de otras tres personas registradas como NN.
En octubre de 2014, una de esas víctimas pudo ser identificada como Marta Diez, secuestrada el 15 de mayo de 1977 junto a su pareja Jorge Barrantes, aún desaparecido. Diez era la propietaria del Citröen calcinado. El tiroteo con las fuerzas de seguridad no había existido. El auto no había explotado sino que lo habían incendiado para fraguar el supuesto enfrentamiento.
Con el rompecabezas reconstruido, aún quedaban dos víctimas por identificar. El momento de la verdad acaba de llegar para una de ellas. La Justicia Federal declaró la semana pasada que los restos de una de las personas inhumadas en La Piedad pertenecen a Olga Vaccarini, sepultada como NN el 31 de mayo de 1977. En el acta de defunción se había consignado que su cuerpo venía del Hospital Central y que había fallecido por “muerte violenta”.
Vaccarini tenía 22 años, militaba en el PRT-ERP y estudiaba bioquímica en Rosario.
Por la cercanía de las fechas entre el secuestro, el episodio del Citröen y las inhumaciones en el cementerio, desde hacía tiempo se manejaba la hipótesis de que Vaccarini pudiera estar entre los NN de La Piedad. En septiembre de 2021, el Banco Nacional de Datos Genéticos extrajo muestras de los restos de los padres de Olga, Elsa Botta y Reinaldo Vaccarini. Finalmente, el cotejo de ADN hecho por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) confirmó que los restos de una de las mujeres inhumadas en La Piedad pertenecían a Olga.
El método forense en La Piedad
El caso Vaccarini es uno entre los 116 que se investigan en la mega-causa “Guerrieri”, cuyo cuarto juicio oral comenzó en agosto ante el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario, con 17 ex militares, ex policías y civiles imputados por su participación en la represión ilegal bajo la órbita del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército. Más de la mitad de las víctimas están desaparecidas o fueron asesinadas. En este tramo de la causa se investiga por primera vez el rol de la patota de la Delegación Rosario de la Policía Federal y se juzga a siete de sus ex miembros, cinco de los cuales no tienen ninguna condena previa.
La verdad sobre el destino de Olga se sumará como prueba al testimonio de su hermano Sergio Vaccarini, previsto para mañana. Queda pendiente la pericia sobre los restos para determinar la causa precisa de su muerte, ocurrida entre el secuestro y el momento en el que su cuerpo apareció “plantado” e incinerado dentro del auto en la avenida Godoy. La identificación de Vaccarini no es un caso aislado sino el último logro de un trabajo de pesquisa forense iniciado en 2011 en La Piedad, ordenado por la Unidad Fiscal de Derechos Humanos de Rosario y ejecutado por el EAAF para buscar restos de desaparecidos.
“La Piedad es el mayor cementerio de Rosario y el lugar donde se hicieron más inhumaciones de víctimas de la represión que por algún motivo no fueron sepultadas clandestinamente en otros sitios –explica el fiscal Adolfo Villatte, titular de la Unidad Fiscal de Derechos Humanos de Rosario–. Hubo una mecánica repetida en muchos casos: las Fuerzas Armadas o de seguridad ingresaban a personas supuestamente abatidas en enfrentamientos y las inhumaban como NN, cuando en realidad conocían sus identidades ya que las habían secuestrado y asesinado y luego habían fraguado los enfrentamientos. La particularidad era que en las partidas de defunción solía registrarse ‘muerte violenta’ como causa de muerte. Entonces el trabajo de búsqueda de restos se concentró en sepulturas de NN ingresados como ‘muerte violenta’ y en un rango de edad que coincidiera con el más frecuente de desaparecidos y desaparecidas”.
Entre octubre y diciembre de 2011, el EAAF exhumó más de 120 sepulturas NN en La Piedad, de las que obtuvo dos individuos (esqueletos completos, donde no hay posibilidad de mezcla entre restos de más de una persona) y 74 conjuntos óseos de “interés pericial”, es decir que presentaban coincidencias con el perfil biológico esperado de las víctimas y/o evidencias de muerte violenta; y cinco individuos y 66 conjuntos “dudosos”, es decir que requerían un análisis más exhaustivo para determinar si tenían interés pericial o no. En 2013, se sumaron restos de otras nueve sepulturas del cementerio, en este caso señalizadas con nombre y apellido.
Todos los restos pasaron a laboratorio. Desde el EAAF explican que las condiciones de hallazgo exigieron una metodología de análisis sumamente compleja. La mayoría de los restos estaban desarticulados y mezclados en las sepulturas, lo que requirió mucho más tiempo, espacio y cantidad de muestras para estudios genéticos que si se hubiera tratado de esqueletos completos y articulados. En casos como el de La Piedad, el registro y las decisiones en cada etapa deben hacerse de forma tal que siempre sea posible volver sobre los mismos pasos si resulta necesario, incluso hasta el punto de reconstruir los conjuntos como originalmente llegaron al laboratorio.
Entre los 128 restos exhumados en el cementerio rosarino, el EAAF ya consiguió 25 identificaciones de víctimas del terrorismo de Estado. Después del cementerio de Avellaneda, La Piedad es el sitio donde se hicieron más exhumaciones en todo el país. “Seguimos trabajando para que más familiares de personas desaparecidas entre 1974 y 1983 se contacten con el EAAF, a través del teléfono 0800-345326 o del correo iniciativa@eaaf.org, para aportar su muestra de sangre y cotejar con los cuerpos que tenemos en resguardo”, dice Virginia Urquizu, coordinadora de la Unidad de Casos del EAAF. Aún quedan decenas de restos por identificar y, como muestra el caso Vaccarini, también hay buenas razones para no perder las expectativas.