JUICIO A LOS APROPIADORES DE LA HIJA DE MOYANO-POBLETE
Armando Fernández amplió su declaración indagatoria para ofrecer un extenso y titubeante relato sobre la apropiación de Miriam, según el cual una persona misteriosa le habría dejado una bebé a su cuidado para tenderle una trampa.
La jornada tuvo dos momentos procesales. En primer lugar, Armando Fernández, principal imputado de la causa y exagente de inteligencia del D2, decidió ampliar su declaración indagatoria luego de la etapa testimonial para argumentar que las autoridades del D2 le “hicieron una cama” cuando mandaron a su domicilio a la recién nacida. A continuación, Daniel Rodríguez Infante dio inicio a los alegatos de la fiscalía con una detallada exposición sobre la persecución que sufrió María del Carmen Moyano por parte del D2. Algunos de los hechos mencionados por el fiscal fueron investigados a partir de las declaraciones oídas durante el debate oral.
“UNA CAMA MUY BIEN PREPARADA”: LA JUSTIFICACIÓN DE ARMANDO FERNÁNDEZ
Fernández comenzó su declaración repasando los años que lleva casado con Iris Luffi —también acusada en esta causa—, las fechas de nacimiento de sus hijos e hijas y la cantidad de nietos y nietas de la pareja. “En cuanto al tema principal que quiero explicar, Miriam (…), rechazo totalmente el tema de mi apoderamiento. Yo no fui a hurtadillas, ni la saqué, ni la robé. Como dice la historia que ellos tienen, nace en Buenos Aires. Yo vivo en Mendoza”. El imputado insistió con un hecho repetido en el juicio por parte de la familia: el matrimonio ya tenía tres hijos varones, por lo que “no necesitaba una nena”. Fernández destacó también la juventud de su esposa, quien se casó con solo dieciséis años y “prácticamente no tuvo adolescencia”.
Parte del relato sobre la aparición de la niña fue referido por la propia Miriam en su última declaración. En esta oportunidad, Fernández incluyó gran cantidad de detalles con los cuales buscó dotar de verosimilitud un relato interrumpido por titubeos y cambios de nombres. Según el exagente del D2, cerca del 9 de julio de 1977 un hombre se presentó en su domicilio enviado por Eduardo Smaha. Este último, compañero de Fernández en el D2, ofició de testigo junto a Garay para la inscripción adulterada de Miriam pero falleció antes del juicio en curso. El hombre misterioso, que era “mayorista de calzado”, tenía un problema que solo podía solucionar la Policía y había concurrido a Smaha porque lo conocía de la Facultad de Ciencias Políticas. Su empleada cama adentro —a quien por momentos Fernández llamó “Celia Azcurra” y en otros tramos del relato “Carmen”— era soltera, acababa de dar a luz y durante la cesárea un aneurisma la había dejado inconsciente. La mujer era de Misiones, “de por aquellos lados”, y se había peleado con el novio que estaba ahora en El Bolsón.
En el Hospital Emilio Civit le dijeron al hombre que tenía que llevarse a la bebé porque no había guardería, pero unos días más tarde le salió un negocio, debía abandonar la provincia y no sabía con quién dejar a la niña —el hombre no tenía amigos porque viajaba mucho—. Entonces habló con Smaha, pero la esposa del policía trabajaba y no podía hacerse cargo, de modo tal que Smaha lo mandó con Fernández, cuya esposa era ama de casa “total” y tenía niños chicos. El vendedor de zapatos le aseguró a Fernández que había hablado con la madre de Celia/Carmen y estaba por viajar a Mendoza para ver a su hija y retirar a la nieta. Una chica llamada Leticia, amiga de la joven internada, bajó con la bebé: “Nos dejan dos jueguitos de ropa, cuatro o cinco tipo de pañales, una caja de leche S26, una mamaderita, doscientos cincuenta pesos y se va (…) Al otro día no vino nadie, al otro día tampoco”, continuó el imputado.
“La conclusión que sacamos con otro colega, en la jerga delictual, es que nos hicieron una cama”, sostuvo. Smaha no recordaba al hombre que lo había contactado, pero este sí sabía todo sobre Smaha. Entonces Fernández comenzó a sospechar y se presentó en el Hospital Emilio Civit, donde no había nadie con el nombre Celia Azcurra. Se asesoró luego con el “doctor Serrano” de la Jefatura, quien le aconsejó que no llevara a la bebé a la Casa Cuna porque harían un informe dirigido al Juzgado de Menores. “Usted tiene una orejana en su casa”, habría dicho Serrano, y comparó el caso de Miriam con el ganado sin marca. “Si encuentran a un animal sin marca y señales, usted cuatrereó”.
Fernández reprodujo la hipótesis que sostendría el juzgado según Serrano: “Este tenía una novia, le hizo un hijo. Trajo a la hija. La mujer le dijo que no quería saber nada y ahora la quiere devolver. Y para colmo —van a decir— no la encontramos, entonces eliminó a la madre”. Y concluyó: “A usted lo van a investigar por delito (…) lo quieren joder, Fernández (…) lo van a mandar a la cárcel”.
El principal imputado planteó luego una supuesta conspiración orquestada por Pedro Dante Sánchez Camargo, jefe del D2 entre 1975 y finales de 1977. El “viejo hijo de su madre” había escrito un “anónimo” dirigido a todos los inspectores comisarios acusándolos de dedicarse más “a las novias clandestinas que a la función policial, que estaba tan comprometida con el asunto de la subversión”, explicó Fernández. Por esa razón, lo que sucedió con la niña habría sido una “cama muy bien preparada” de la autoridad policial en su contra. El vendedor de zapatos, según Fernández, “tiene que haber sido alguien que trabajaba con él [Sánchez Camargo] porque el viejo no tenía amigos. El ‘Negro’ Rodríguez, Lanza, esos eran los que trabajaban con él”. Más adelante en su declaración, Fernández agregó que todo el personal del D2 obtuvo el pase menos él y Sánchez Camargo quedó en Inteligencia de la Aeronáutica porque Padorno, jefe de inteligencia de esta fuerza, valoraba lo que había hecho en su trabajo.
“YO HICE ALGO LEGAL, PUSE DOS TESTIGOS”
Luego de estos episodios, Serrano le planteó dos posibilidades en relación a la bebé: “O se consigue un doctor que le dé un certificado de nacido vivo o haga como en el campo”. Fernández optó por esta última y buscó dos testigos que confirmaran la existencia de un parto en el domicilio: el ya nombrado Smaha y Abelardo Garay, también policía del D2 que vivía “casa de por medio” con Fernández. “A Garay le miento, le digo que tengo una nena (…) pero en el Fleming no nos dieron certificado”. Así anotó a Miriam como su hija biológica.
“Y si la vienen a buscar, que se la lleven”, es lo que le habría dicho a su esposa Iris Luffi. “La nena seguía amantándose. Pasó el tiempo, ya era parte de la familia. Y bueno (…) la bautizamos en el Challao”, agregó Fernandez. Miriam creció sin conocer la verdad. “A los quince años le íbamos a decir”, aseguró el imputado, pero Miriam se les adelantó. Aunque sabía que no era hija biológica, no tuvo interés por averiguar más.
Fernández se refirió a la denuncia de Mariana Herrera Rubia en este mismo debate: “Pone en tela de juicio la paternidad mía porque una concuñada de mi hermano le dijo que yo tenía hijos que no eran míos”. Según el acusado, la verdad sobre Miriam no la supo nadie de su familia porque no se veían seguido. Además, su casa quedaba lejos y había que tomar dos colectivos para llegar.
Por último, propuso una extraña analogía: “Si un camión por una ruta nacional va cargado de mercadería y es parado, pasa por ciertos controles y no lleva papeles, lo llevan a una comisaría cercana, le secuestran el cargamento y es una infracción a la ley de aduana”. En relación al robo de la identidad de una niña en el marco del terrorismo de Estado, agregó: “Yo hice algo legal, puse dos testigos. Lo mío es una adopción improcedente”.